El salto de la reja

Lo sucedido en la valla de Melilla el pasado viernes, es una de esas situaciones excepcionales que se han vuelto “normales” para los ojos de la mayoría de la población

Concentración en la Plaza del Arenal tras el suceso de la valla de Melilla.
Concentración en la Plaza del Arenal tras el suceso de la valla de Melilla.

Cuando las situaciones excepcionales suceden a menudo, se normalizan y la excepcionalidad que las caracterizan se tornan en normalidad. Lo que en un momento de la historia puede llegar a sobrecogernos, en otro momento puede pasar desapercibido o al menos no generar en nosotros ninguna emoción.

Lo sucedido en la valla de Melilla el pasado viernes, es una de esas situaciones excepcionales que se han vuelto “normales” para los ojos de la mayoría de la población. Que 37 personas hayan muerto y otras muchas hayan sido maltratadas, tratando huir de la guerra, el hambre y la miseria, en las mismas puertas de España, y por extensión de la Unión Europea, no haya levantado una ola de indignación generalizada es un síntoma de la normalidad con la que gran parte de la población ha asumido esa situación.

Una vez le preguntaron a la antropóloga Margaret Mead cual era el primer signo de civilización en la humanidad a lo que respondió que fue la primera vez que alguien se hirió o enfermó y fue cuidado por otra persona, mientras que en el mundo animal si estás herido o enfermo terminas muriendo, los seres humanos son capaz de cuidar a otros que no pueden valerse por sí mismos.

Cada vez que permanecemos impasibles ante situaciones donde deberíamos prestar ayuda y sin embargo se maltrata, o incluso se mata a personas inocentes, perdemos parte de los rasgos que dan significado al concepto “civilización”.

Bien es cierto, que ha sido la gendarmería marroquí quien ha provocado esta situación, las imágenes difundidas por ONG´s y Asociaciones, los testimonios de aquellos que han logrado llegar a España son demoledores y sin embargo no parece conmover a nadie.

La pregunta que debemos hacernos es ¿Por qué situaciones así no nos indignan? ¿por qué son africanos? ¿Por qué son pobres? ¿Por qué tenemos miedo a lo desconocido? En definitiva la pregunta clave es ¿por qué?

Cuando en 1989 cayó el muro de Berlín había en el mundo 6 muros, hoy existen 63 muros que separan a los países ricos de los pobres. Mientras en occidente se encarecen los productos básicos (alimentos, electricidad, gasolina…) en los países del tercer mundo esos productos han desaparecido completamente. Lo sucedido en la valla de Melilla, lamentablemente, se volverá a repetir, porque no hay valla ni muro lo suficientemente alto cuando no tienes nada que perder.

“No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en mundo, somos compañeros que es más importante” Ernesto “Che” Guevara.

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