Qué extraño, la natalidad ha descendido en España. Ha caído al nivel más bajo desde 1941 con estos 179.794 alumbramientos. Podría ser una tendencia. En Cádiz la situación es peor; la natalidad ha caído un 33% en la última década.
Qué raro. Parece como si hubiéramos estado sometidos a unas políticas de austeridad que nos hubiesen asfixiado hasta hacernos la vida imposible. Como si la crisis fuera nuestro pan de cada día o fuéramos en el furgón de cola de Europa. Parece que los padres y las madres se lo piensan dos veces antes de traer una personita a este mundo, un lugar en el que la sanidad va cuesta abajo y sin frenos, la precariedad se ha normalizado y el esfuerzo y el talento no está reconocido.
Qué misterio, ¿verdad? ¿Acaso es este un país lleno de incertidumbre y desesperanza? ¿Acaso la convivencia en un país violento y ultrapolarizado es exasperante? ¡Ni que hubiera pocas oportunidades para los jóvenes!
¿Quién no quiere traer alguien a una región en el que la ultraderecha avanza y gobierna? ¿Quién podría plantearse tener descendencia en un contexto en el que no puede sobrevivir ni uno mismo? ¿Cómo dudar de un mundo en el que no tenemos ni tiempo ni fuerzas para criar a nuestros peques? ¿Serán las cientos de muertes por violencias machistas motivo suficiente para plantearse tan vitales decisiones? ¿Por qué la gente desconfía de un lugar en el que se odia al diferente? ¿En alguna cabeza cabe que la falta de solidaridad, empatía y conciencia de clase llegue a ser determinante en clave demográfica?
La gente está loca, paranoica. Los idealistas están politizándolo todo desde hace mucho tiempo, politizan hasta los nacimientos. Sin niñas ni niños van a acabar con el Estado del Bienestar.
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