Quedan ficus por salvar

Antonio Muñoz, alcalde de Sevilla, expresa que son momentos tristes y que nadie deseaba llegar a esta situación. Más munición para tan lamentable episodio, teniendo en cuenta que en su corto mandato, lleva a sus espaldas varias intervenciones urbanísticas que amparan la tala masiva de arbolado público

El ficus de San Jacinto, en Sevilla, en una imagen reciente.
El ficus de San Jacinto, en Sevilla, en una imagen reciente.

“Entre la Cruz y el Árbol
la estoy esperando
que salga de la Iglesia
vestía de blanco.
Ay, San Jacinto,
no le digas a nadie
que tú me has visto”

La desgarradora imagen del desbroce del ficus centenario en la plaza de la Parroquia de San Jacinto hace pensar que tiene las horas contadas. El movimiento en defensa del  árbol, impulsado por diversas plataformas ciudadanas, vecinas, vecinos y el apoyo de profesionales en materia de conservación de la naturaleza y la vida, asiste impotente a la  confirmación del esperpento, entre desorbitadas medidas de control policial.

Tras la denuncia del Párroco, –Javier Rodríguez quien también ejerciera durante años en el  concertado colegio Santa Ana, en el vecino barrio de Los Remedios–, por ocupación del espacio privado, se produjo el desalojo de tres activistas que habían iniciado huelga en el tronco del árbol, así como otras tantas que permanecían encadenadas a la valla que privatiza la plaza, otrora plaza pública del Ayuntamiento de Sevilla. Ni las reiteradas  peticiones de diálogo, las más de 50.000 firmas recogidas, la solicitud de medida  cautelarísima urgente para su suspensión o los informes que contradicen los argumentos presentados por la Parroquia para la tala, curiosamente amparados en el estudio realizado por un arquitecto, que poco o nada menciona acerca de cuestiones técnicas respecto a la masa arbórea de la plaza, parecen hacer mella en la decisión de Parques y Jardines, encargada de otorgar la licencia de tala en un Bien de Interés Cultural que afecta a todo el entorno de la iglesia, no solo al espacio arquitectónico. Así las cosas. 

Antonio Muñoz, alcalde de Sevilla, expresa que son momentos tristes y que nadie deseaba llegar a esta situación. Más munición para tan lamentable episodio, teniendo en cuenta que en su corto mandato, lleva a sus espaldas varias  intervenciones urbanísticas que amparan la tala masiva de arbolado público, como  el entorno de la Avenida de San Francisco Javier, para el paso del tranvía –que vergonzosamente denomina corredor verde– o el futuro que augura a los terrenos de Altadis, para la construcción de una pasarela peatonal y un hotel de lujo. Esto, sin contar  que durante el mandato arboricida de Juan Espadas, fue concejal de Cultura y Urbanismo en el mismo Ayuntamiento.  

La tala del ficus no es un hecho aislado, tampoco responde exclusivamente a un capricho de la iglesia, mucho menos a un cruce entre teorías amparadas en la seguridad, frente a quienes advierten que hay otros caminos posibles para enmendar la situación. Situarnos en estos lugares, centra el foco en la circunstancia puntual y desvía nuestra atención del auténtico meollo: hacia qué modelo social y urbano nos empujan las actuales políticas que especulan, privatizan y gestionan la ciudad de espaldas a la ciudadanía. La falta de participación ciudadana en la toma de decisiones sobre suelo y edificios municipales que afectan a nuestra vida cotidiana, ha destruido buena parte del tejido social que caracterizaba a los barrios. La falta de protección municipal sobre construcciones singulares que se encuentran en manos privadas, ha permitido auténticos atentados sobre el patrimonio. Para muestra y sin salir del barrio, el entorno de la Calle San Jacinto y los corrales de Triana. En menos de dos años, ha caído la histórica fábrica de hielos de la calle Rodrigo de Triana, comprada por el grupo ABU, propiedad del empresario Jesús Vera y el futbolista Aitor Ocio. Cayó el Corral del Leopoldo, lugar de interés histórico en Sevilla. Con él desaparecieron también su naranjo y su limonero, en la histórica barriada del Turruñuelo, donde ya apenas quedan casitas unifamiliares que determinaban no solo un paisaje, también una forma de vida. En este caso, en manos de Hábitat Inmobiliaria, especializada en viviendas de lujo. De nuevo ABU, promociona las nuevas viviendas en el antiguo Tejar del Moro, junto al espacio donde aún resiste el Hotel Triana, de los pocos corrales que protege el PGOU. Hace casi dos décadas que allí también talaron y últimamente se habla de un cambio de gestión por parte de Emvisesa. Suma y sigue en las calles Procurador y Alfarería, y en San Jacinto con Condes de Bustillo, marcado por el pleito con el dueño de la cafetería que literalmente le fue expropiada por la gestora del hotel-boutique de lujo.  

En Triana ya suenan más las trolleys que los pájaros. Porque la poda invasiva y la tala los dejan sin casa y el hormigón los asfixia. Este verano se ha vivido una crisis de  vencejos caídos sin precedentes. Como especie protegida, también son responsabilidad de nuestro Ayuntamiento, que hace oídos sordos ante la petición de recursos por parte de voluntarios, al igual que ocurre con el desborde de colonias felinas, con un  zoosanitario que poco tiene de sano y mucho de muerte indigna. La ciudad y la naturaleza nos gritan que este modelo de ciudad-hormigón es insostenible, como lo es un gobierno que apuesta todo a la carta del turismo, mirando hacia la internacionalización de esta ciudad al tiempo que mercadea con la identidad de su pueblo. La tala del ficus como emblema de nuestra decadencia. Si nada lo remedia, unas horas bastarán para segar un siglo de historia, pero aún queda Sevilla por luchar. 

 

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