Que se vayan los Borbones ya

Cristóbal Orellana.

Licenciado en Filosofía (US), Diplomado en Geografía e Historia (UNED), Máster en Archivística (US), Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), de profesión archivero, de militancia pacifista, de vocación libertario, pasajero de un mundo a la deriva.

Los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía, con el pintor Antonio López en la presentación del retrato real, en una imagen de archivo.
Los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía, con el pintor Antonio López en la presentación del retrato real, en una imagen de archivo.

Ya sé que no se nos permite así como así elegir un nuevo jefe de estado. Esta democracia, como sabemos todos, está maniatada por las decisiones del general Franco en relación con la monarquía, con el pacto militar con EE.UU., con las altas finanzas y con la Iglesia Católica. Nuestra minoría de edad democrática la decidió un tirano y ahí sigue sin que las actuales autoridades políticas digan o hagan absolutamente nada por cambiar esa indigna situación.

Como yo soy acratoide, no es que me importe mucho eso de tener un jefe de estado libremente elegido o tener una antigualla medieval borbónica como cúspide del sistema. En otros países republicanos los problemas que tienen las distintas ciudadanías son exactamente iguales con corona que sin corona. Lo importante, que no se olviden los razonables republicanistas, es la igualdad social, el respeto de verdad a las libertades públicas, la dignidad laboral y el fin de la precariedad, la gestión medioambiental inteligente, el Bien Público primando sobre la ferocidad especulativa de los intereses privados. Otro ejemplo: con rey y sin rey, cuando ha llegado el coronavirus, los países han sufrido severamente los recortes sanitarios. Pero, principios libertarios aparte, sin rey franquista estaríamos mucho mejor, y cambiaríamos al jefe del estado cuando nos pareciera oportuno (y los medios de comunicación nos dejaran).

Algunos compañeros de izquierdas dicen, con toda razón, que no es que tengamos que elegir entre Corona o República, sino que simplemente tiene que marcharse a su casa una familia, los cansinos Borbones, que Franco puso ahí por la cara. Es decir, que se vayan ya, que ya está bien. Y yo estoy de acuerdo, pues claro. Creo que la sombra de la dictadura franquista, el fruto de la victoria, debe terminarse ya de una vez por todas, sin dar ni un milímetro de legitimidad a lo que no lo tiene desde el 18 de julio de 1936, es decir, respetando al pueblo español y no a los fascistas que masacraron el país.

Lo de la corrupción de la monarquía española (espero que nadie me meta en la cárcel o me fría a multas por no haber escrito supuesta) es la gota que colma el vaso, aunque ya el vaso estuviera más que lleno por una Transición no tan modélica que olvidó la memoria histórica, que pactó la sumisión a EE.UU. o que blindó la supremacía de la Iglesia Católica sin más ni más. La fortuna acumulada por los Borbones no es más que una consecuencia, sórdida pero previsible, de su papel histórico de testaferros de un sistema capitalista falsamente democrático. Entonces, ¿para qué decir ningún calificativo a la gira que Felipe VI y su nerviosa mujer están realizando ahora por todo el estado español?. Los Borbones mataelefantes hace tiempo que se retrataron con este país.

Me llama mucho la atención cómo la derecha intenta salvar la monarquía in extremis diciendo que Juan Carlos I es malo, pero que Felipe VI es bueno. Esta forma de tratar infantilmente a la ciudadanía me sorprende, lo confieso. Como si fuéramos incapaces de darnos cuenta de lo que significan los Borbones en España. Como si se nos dijera: da igual lo que penséis, porque el legado de Franco no se toca. Por cierto, que a quien le toca mover ficha (Podemos ya lo ha hecho) es al PSOE.

Me limito a rematar este escrito-desahogo, poco convencido debido a mi tendencia acratoide, con una frase de Carlos Sosa en un artículo suyo, de hace unos meses, titulado La inutilidad de la monarquía:

La derecha se mueve mejor en la confrontación que en el diálogo. Le salió rentable la transición porque pudo dejar todo atado y bien atado, incluida la monarquía heredera del franquismo, y no quiere saber nada de otra cosa que no sea el triunfo de los ganadores de la guerra civil. Por eso quiere a los otros muertos del otro bando en las cunetas y a los rojos bajo la sospecha permanente de comunistas antisistema. Por eso no quiere que se deje de hablar de terrorismo etarra y por eso reniega de cualquier vía de reconciliación entre el pueblo vasco. Le viene bien el conflicto catalán para fortalecer el Estado centralista y cualquier solución negociada le parece directamente un atentado a la unidad de España. Quiere que nos entretengamos y nos aterremos ante su mantra de “España se rompe” para que el resto de las cosas que faltan por cambiar jamás cambien”.

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