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Hoy la cosa va de perros. Un tema muy peligroso porque si lo tratas mal enseguida eres un insensible que no atisba a comprender que este animal tiene todo el derecho del mundo a convivir en cualquier sitio como cualquier persona. Estoy escribiendo acojonado por no poder satisfacer a quien tiene en un piso a un mamífero que genéticamente está diseñado, en muchos casos, para cazar alces o derribar mulos.

A mí particularmente, aunque no paro de ver vídeos para aplacar mis miedos y fobias sobre perros que no paran de jugar con bebés o que parecen de los más nobles, a ver si veo esto de otra manera. No puedo dejar de odiar el diseño corporal de algunos y la intención del ser humano por añadir otra “virtud” al físico del mejor amigo del hombre. Características seleccionadas por éste, de generación en generación, para fines violentos, peleas, guerras, cacería mayor o defensa personal y que luego acaban en el 2ºB de un bloque de vecinos, con menos espacio que una latita de anchoas. Por más que me digan que en la educación se diseñará el comportamiento del perro y su conducta será definida por ésta, no veo la razón para tener a un perro de estas hechuras en las barriadas. Sí amigos, voy a decirlo alto, claro y sin miedo. Prohibiría ciertas razas en la ciudad.

Y no solo me horrorizo con los perros que parecen dragones con paperas. También añadiría a razas diseñadas para la carrera y criaturas que por su anatomía están relegadas a respirar mal y morir llenos de problemas. Porque no me digan que un galgo está feliz, si la palabra feliz es aplicable a un cánido, en una habitación más corta que sus patas. Pero cuidado, si hoy no tienes un galgo y una barba poblada plantea tu moderna existencia. Y es que esto va por modas. Soy capaz de darle 50 euros en mano a quién en menos de media hora me traiga un pequinés a mi casa. Creo que Iberdrola te hace un descuento en la luz si le llevas uno...

Hemos aceptado que se nos acerquen animales que han heredado los rasgos más dóciles para convivir con nosotros por un mutualismo y la convivencia con ellos es milenaria pero yo hablo de otra cosa. Y esto no es un desprecio por ningún tipo de perro, simplemente considero que cada animal debe cumplir en su espacio. Por no decir que son un “arma de destrucción masiva” en manos de gente cuya capacidad mental, a veces, reside en poder pasar el día. No voy a encasillar a razas con determinados ciudadanos, pero en algunos casos su combinación es digna de una contienda de las hordas de Atila. El lenguaje no verbal del dueño es más violento que el del perro y el animalito está diseñado para lo que está...en fin. Un binomio de lo más alentador...

No sé si lo próximo que veremos en los barrios serán hienas o cocodrilos que bajo la excusa de su buena educación y el amor que un dueño puede profesar a su mascota, querrán decirnos que también tienen derecho a los espacios públicos. Lo siento amigos, si a un yorkshire se le va la olla lo máximo son tres puntos de sutura pero si al perro de Conan el bárbaro le da por lo mismo, que Dios nos coja confesados. Yo seré un cagueta pero no quiero perros, que por otro lado y por culpa de sus dueños, dejan boñigas de mamut. Reconociendo que la sensibilidad a la hora de recogerlas ha aumentado, quedan cacas por la calle capaces de engullir a algún despistado y ahogarlo cual arena movediza. De proporciones bíblicas vaya. Cada perro en su lugar y una mandíbula capaz de fracturar un fémur, por más adiestrada que esté, no me gusta verla en un parque rodeada de niños.

¿Donde está el límite de estos eternos cruces para conseguir rasgos más bizarros para suplir según que cosas o satisfacer motivos que se me escapan? Como la libertad al seleccionar, generación tras generación, sea así, dentro de poco veremos a Tiranosaurus Rex atados con cadenitas en la bendición de los animales. En la perrera hay miles de criaturas acorde a lo que requiere una urbanización y un bloque. Cariñosos y sin opciones a cometer una tropelía por sus rasgos físicos. Mi perro está educado dicen... hasta que deje de estarlo, oiga.

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