Con un poco de espíritu navideño

Fuera, en la tele, el rey Felipe VI, mayestático, con fingida naturalidad y de pie, nos desea felices fiestas, apuesta por el diálogo y anima a confiar en la democracia y las instituciones europeas que la sostienen

El rey Felipe VI en su discurso navideño.
26 de diciembre de 2025 a las 09:53h

Fuera hace un tiempo desapacible, frío, húmedo y la luz mortecina de estos días de diciembre incide aún más en la sensación invernal. Dentro huele a candela, los perros dan vueltas emocionados ante el olor a buena comida que inunda toda la sala. Vino en las copas, refrescos, cervezas y conversaciones cruzadas que se entrelazan entre risas y bromas. Es Navidad.

Después de la cena, sentados en torno a la mesa, saciados y sin más novedades que intercambiar, llega el momento de recordar a los que faltan con anécdotas vividas años atrás, aderezadas con sonrisas y nostalgia. Todos soñamos con seguir reuniéndonos cada Navidad; el que más y el que menos se propone aprender a disfrutar de la vida despacio y salir de esa vorágine en que ha pasado el año que se acaba, sin tiempo para distinguir lo importante de lo urgente y lo superfluo.

Son momentos mágicos que se desvanecen cuando alguien decide encender la tele, la caja tonta, que nos devuelve a las inclemencias de afuera. ¿A quién se le habrá ocurrido encenderla? Fuera, en la tele, el rey Felipe VI, mayestático, con fingida naturalidad y de pie, nos desea felices fiestas, apuesta por el diálogo y anima a confiar en la democracia y las instituciones europeas que la sostienen como una fórmula que garantiza la buena convivencia y el progreso. Son sus palabras como una balsa de aceite en un mar revuelto. Acabar con los extremismos, con la dinámica envilecida de nuestra clase política, resolver el problema de la vivienda o ignorar por completo la Reconciliación de papá, en palabras del rey, parece tarea fácil: solo es necesario un cambio de actitud, confianza, empeño y buenas intenciones.

Dentro nadie lo escucha, pero su voz entra por nuestros oídos distraídos y se instala en los polvorones que luego mordisquearemos. Sin darnos cuenta el rey y ese escenario en el que "hace 40 años se firmó el tratado por el que ingresamos en las Comunidades Europeas" se convierte en una pintoresca estampa navideña: un lugar solemne, distante, perfecto para una película de Walt Disney de princesa busca príncipe que salve su reinado, y nada adecuado para conmover a esa corte política que parece no haberse percatado de la "fragilidad" y "el legado imperecedero de la convivencia".

Y todavía más afuera, toda esa corte a la que iba dirigido el discurso del rey se muestra alterada y confusa por unos elfos que han revuelto el belén en Extremadura. Y ahí tenemos al Ayuntamiento de Sevilla que pacta con Vox, tras meses de desacuerdos, el presupuesto municipal para 2026 un par de días después de las elecciones extremeñas; la Junta de Andalucía que aprueba una Oferta de Empleo Público para remendar la Sanidad que llevan desmantelando años y que tan cara puede costarle en las urnas. La convivencia, tan mencionada por el rey, es un término que no parece haber calado en nuestra sociedad. En cambio, el reproche y el te piso que tengo que llegar primero sigue afianzándose. En un lugar más allá de Andalucía, también fuera del calor del hogar, el presidente de la nación pide otro milagro de la primavera en plena Navidad —¡qué confusión de estaciones!— y entona un villancico de su propia cosecha: “Los votantes volverán en las generales”. Y con esa buena nueva nos quedamos para empezar el año: las ondas se llevarán el discurso del rey y, en su lugar, este 2026 nos traerá una embrocada y cruenta campaña electoral que se alargará meses y meses.

Dentro, ya hemos puesto la bandeja de los polvorones en mitad de la mesa. Entre bocado y bocado, conversaremos y dejaremos fuera nuestras rencillas y diferencias, porque lo que realmente queremos es hacer realidad el milagro de la Navidad: sentir la maravilla de vernos, querernos y disfrutarnos. Si esto es más grande que las diferencias y los reproches, llegaremos vivos y libres a la primavera.