He empezado a usar lo del pulgar hacia arriba. A todas horas, en todo momento, en cualquier situación: pulgar hacia arriba. Es que con lo del paseo de la fama del motociclismo las fotos de la alcaldesa y de sus concejales con el pulgar hacia arriba han sido un ‘porrón’. Con pilotos, expilotos, familias de pilotos, empresarios del sector… Demasiadas fotos para alguien tan dado a imitar como yo. No he tenido elección, ha sido a lo tonto, probablemente como les pasó a la alcaldesa y sus concejales.
Hace unos días, leyendo un periódico, me di cuenta de que imitaba tímidamente el gesto, media hora después levanté abiertamente el pulgar cuando la panadera me dio la barra por encima del mostrador… y ya no he parado. Además, da igual que las cosas vayan bien o no. Que pido una ronda y el camarero me la pone, pulgar para arriba, aunque tarde diez minutos; que me compro unos vaqueros, pulgar hacia arriba, aunque no sea mi talla; que quedo con un amigo y llega media hora tarde, pues nada, pulgar hacia arriba también.
Por supuesto, no hay nada que comentar cuando pasa una señora de bandera, la caña de cerveza tiene el centímetro y medio reglamentario o acabo el mes en el banco mejor que lo empecé… entonces me vuelvo como loco y lanzo varias series de pulgares con las dos manos, como en esas pelis en las que Steven Seagal o un tipo similar dispara con dos pistolas. Espero que a medida que vayan desapareciendo las fotos de la alcaldesa y los concejales con los pulgares para arriba me iré tranquilizando. Pero no me fío. Por si acaso he pedido doble cita: psicólogo y traumatólogo.


