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Te llena de orgullo conocer los lugares por como fueron conocidos antaño, te sientes muy de tu pueblo. Es un sentimiento que te acerca a un grupo o a una identidad. 

Ya sea por motivos de localización, de diferenciación, de distinción o simplemente por obligatoriedad legal, las personas necesitamos ponerle nombre a las cosas. En muchos sitios no se esfuerzan demasiado: llaman a las calles por números o por letras y a los bares, no les ponen cartel. Los zapateros, los antiguos, simplemente trabajaban en la calle y no necesitaban anunciar su actividad. Hay pocos sitios que se permitan el lujo de no tener nombre, por lo general suelen ser comercios de siempre, con mucho encanto, o también locales de dudosa dedicación, con muchos encantos.

En todas las ciudades se les cambia el nombre a las localizaciones. No es raro que, si preguntas a un grupo, te indiquen el camino por “la calle de los arcos” y acto seguido, uno de ellos corrija: “esa calle no se llama así, tiene que buscar la avenida de la Constitución”. Debes haber vivido un tiempo allí para comprender el callejero. Lo normal es que los oriundos llamen a una zona por la actividad que allí se desarrollaba y en muchas ocasiones, esa denominación se convierte para siempre en la real y legal. Como la plaza Plateros en Jerez o Ribera de Curtidores en Madrid.

Da igual cuántos años hayan pasado desde que desapareció un negocio, un monumento o el nombre de una calle. En Cádiz, puedes preguntar tranquilamente por la plaza de toros y te mostrarán el lugar exacto. Todo bien. Hasta que llegas allí y encuentras una plaza con columpios, varias instituciones y algunas viviendas. La plaza de toros de Cádiz fue derribada en 1976 y la plaza Asdrúbal seguirá siendo eternamente la plaza de toros. En el ámbito del ocio y para decepción del hostelero de turno, no importa que éste se devane los sesos para sorprender a todos con un nombre místico para su nuevo bar o discoteca. Si eso fue el Bar Paco, se jode, será el Bar Paco. Podrá poner velitas, cañas de bambú o banderitas de colores, el Bar Paco es una leyenda. En mi barrio, hace 25 años que cerró la discoteca El Imperdible, ahora hay un Covirán y tú vas al Covirán del Imperdible, no a otro, a ese. También os podría hablar del Kampeón, que desapareció en el 80 y algo y, en 2016, tu vas al Kampeón.

Te llena de orgullo conocer los lugares por como fueron conocidos antaño, te sientes muy de tu pueblo. Es un sentimiento que te acerca a un grupo o a una identidad. Y cuando hablas con alguien que sabe lo que dices de “donde estaba el Cine Delicias” o “justo a la espalda del Cine Lealas”, te invade un halo de nostalgia. Ya no hablas de sitios, hablas de recuerdos, de todo lo que pasó allí cuando se llamaba así. Amén que el tema de los cines cerrados da para varias horas de conversación y lágrimas saltadas. La parte mala de todo ésto es que te das cuenta de lo viejo que eres, y aunque los nombres antiguos perduren algunas generaciones, llega un momento en el que desaparecen. Los más jóvenes te miran raro cuando les hablas del PRYCA o del Continente. En mi ciudad estaban los dos. Ahora, evidentemente, son Carrefour, pero si vas a uno, vas al PRYCA y si vas a otro, vas al Continente. Eso es así y me lo tendrán que arrancar de mis manos frías y muertas.

El tema de las calles con nombres de personajes es delicado. Últimamente se están quitando las placas que otorgaban el honor, a miembros del régimen de Franco, de presidir algunas calles -personalmente opino que es un parche. Lo ideal, e imposible por la Ley de Amnistía, hubiera sido juzgar a cada uno por sus delitos-. No son pocas las Avenidas del Generalísimo (parte de La Castellana se llamó así hasta 1980), avenidas de José Antonio o similar que existían hasta hace poco. Y las que existirán de las que no tengo conocimiento. En particular hay una que me hace bastante gracia, y a cualquiera que sea un pelín inteligente, independientemente de su ideología, debería hacérsela por lo irónico de la situación: En Madrid, la calle Millán Astray se llama Avenida de la Inteligencia. Eso no quita que republicanos acérrimos la sigan llamando Millán Astray.

Por todo lo que os comentaba antes, sean nombres polémicos para algunos o no, el verdadero nombre de la calle es el que le pone la gente. He preguntado en las redes, y con esto termino, a algunos tuiteros que me han ayudado:

Calle Isidoro de la Cierva es la Calle de Correos en Murcia, hasta en los medios la llaman así. (@Luis_Endera)
Sigue llamando U.R.R.S. a Rusia. (@indigenica)
“Hay gente que habla en pesetas y otras en reales”. (@unadecadadiez)
En Toledo, a la Calle Comercio la siguen llamando Calle Ancha. (@likeringafinger)
El Madrid Rock de Gran Vía fue un Bershka y ahora nada. Lo siguen llamando Madrid Rock. (@danny_redrum)
Al local social del barrio lo siguen llamando Casa del Frente de Juventudes o “El Frente”. (@HermanosPelaez)
La Sala Heineken de Madrid ha tenido múltiples nombres para nada. (@manusbito)
Pide Águila en lugar de Amstel. (@El_Conde_Chico)

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