Lo que pretende 'La Vanguardia'

La cuestión es que 'La Vanguardia' busca que se cumpla su sueño, que gane Feijóo y pueda pactar con las derechas vasca y catalana, limitando la capacidad de bloqueo del facherío centralista

Mario Ortega

Estoy casado y tengo una hija. Licenciado en Ciencias Químicas y Doctor en Ciencias Ambientales.

Ione Belarra e Irene Montero, en una imagen de archivo. Lo que pretende 'La Vanguardia'.
Ione Belarra e Irene Montero, en una imagen de archivo. Lo que pretende 'La Vanguardia'.

Es indudable que Enric Juliana es uno de los mejores analistas políticos de la prensa española. Lo cual no impide leerlo excrutando su intencionalidad. En su reciente artículo en La Vanguardia titulado P-24 y P-25 la intención aparece de modo sutil. Juliana busca indicar a Pedro Sánchez que está muy bien frenar a Podemos para lo que quede de legislatura. Digo a Podemos y no a Unidas Podemos porque la foto que ilustra el artículo no es inocente, son las ministras Ione Belarra e Irene Montero sonrientes y aplaudiendo en el acto de desagravio a la primera, celebrado el sábado 26 de noviembre, tras los atauqes machistas de la derecha y la ultra derecha, que encontraron abono en prensa titulada de izquierdas y progresista.

Cuando los articulistas progresistas de La Vanguardia, o los claramente de derechas, buscan adular la actitud de Yolanda Díaz y potenciarla como líder autónoma de Sumar, usan la foto de la vicepresidenta segunda. La intención es la misma, debilitar a Podemos. La pregunta que debemos hacernos es por qué. La Vanguardia es un periódico conservador, monárquico, de derecha económica que decidió ocupar el espacio que El País comenzó a abandonar tras la caída de Zapatero y que culminó con la llegada a su dirección de Antonio Caño. El País se tornaba prensa reaccionaria en tanto La Vanguardia, con referentes como Enric Juliana, Pedro Vallín o Jordi Évole, buscaba expandirse en el espacio hispano que la prensa escrita del grupo Prisa dejaba vacío.

En eso estaba hasta que Alberto Núñez Feijóo sustituyó a Pablo Casado bajo la insignia de moderado con amplia experiencia política. Entonces los propietarios y grupos de interés empresarial y bancario que sustentan de una manera u otra a La Vanguardia, soñaron con que un PP "moderado", ajeno al trumpismo madrileño, podría ganar las elecciones generales y pactar gobierno de España y presupuestos económicos conservadores, como antes de la irrupción de Podemos, con las derechas vasca y catalana. Para que el sueño se cumpla trabajan.

Desde entonces los referentes progresistas de La Vanguardia se fajan para lograr el objetivo; Enric Juliana, de una manera más grácil, y Pedro Vallín pegando un volantazo de tal calibre que ha roto la imagen de progresista liberal, en la que ponía su panorámica erudición cinematográfica. Así se aplican en cultivar las condiciones para que la influencia de Podemos desaparezca del mapa político hispano. Por eso dolió tanto a La Vanguardia que un señor gallego de moderadas maneras se plegase al trumpismo madrileño de la derecha política, mediática y judicial, y rompiese el acuerdo para la renovación del CGPJ que lo certificaba como hombre de estado.

Juliana en el artículo al que aludo arriba afirma que el Pedro Sánchez del 24 de noviembre, día en que se aprobaron los PGE de 2023, no es el mismo que el del 25 de noviembre. Una vez aprobados, el PSOE se comporta en el gobierno y desde su grupo parlamentario haciendo oposición al gobierno, también Meritxel Batet desde la presidencia del Congreso. Esto no le parece mal al referente “progresista” de La Vanguardia, dado que no usa para describir ese cambio manifiesto entre el 24 y el 25 ni un solo adjetivo crítico. Señala, lo imagino escribiéndolo con cierto regusto pícaro, el modus operandi de Sánchez al frenar las críticas a Irene Montero antes de que se aprobaran los presupuestos, para, una vez aprobados, activar los bloqueos de la ley trans, la de familias, la de los derechos de los animales, la de vivienda y la mordaza.

La cuestión es que La Vanguardia busca que se cumpla su sueño, que gane Feijóo y pueda pactar con las derechas vasca y catalana, limitando la capacidad de bloqueo del facherío centralista. Por eso, a través de Juliana, le escribe a Pedro Sánchez, casi sin que se note, como quien no quiere la cosa, para que se desplaze al centro haciéndole oposición a Podemos, con el anzuelo de la teoría de Iván Redondo de que tras las próximas generales gobernará quien obtenga más de 140 escaños.

Para el PSOE el problema es que hace tiempo que el centro no existe y que el bipartidismo de la transición se rompió en pedazos, el de Podemos y el de un buen número de pedazos plurinacionales y hasta provinciales. La Vanguardia fomenta la imposibilidad de gobiernos futuros con Podemos, adulando a Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, trabaja para Feijóo y las derechas catalana y vasca. Lo hace porque sabe que hay votantes en la izquierda a quienes se puede confundir, que están hartos de lo que ensalzan como enfrentamientos o ruido, cuando lo que hay en ese campo son diferencias estratégicas relevantes, que tienen que ver con querer suplantar al PSOE para ser un PSOE bis o, sencillamente, sustituirlo, para avanzar por la izquierda y la democracia en la medida en que el contexto lo permita.

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