Nuestra Señora de la Luz, a su paso por las calles de Jerez.
Nuestra Señora de la Luz, a su paso por las calles de Jerez. MANU GARCÍA

Hago una variante del lema popularizado por “Angelito el aguaó” porque aquí en la Híspalis no se habla de otra cosa, aunque bueno, de la reordenación del tráfico también, todo hay que decirlo. Y es para mal, la verdad. Por eso, la autorización del Arzobispado para volver a poder desarrollar con normalidad el culto público ha sentado en la ciudad y alrededores como un vendaval de aire fresco, sano y limpio. Siendo Jerez primero, y luego Arcos de la Frontera quienes han abierto la veda, la verdad que aquí se miraba hasta con cierta envidia la vuelta a la normalidad cofradiera. Así pues, y tras algo más de un año y seis meses sin ver un varal, los cofrades vuelven a las calles. Cumpliendo las normas sanitarias, con respeto al virus, pero volviendo a ser lo que se fue, pues aunque ha llovido poco desde entonces, la verdad es que las mentes del personal comenzaban a dar vueltas y al final, la culpa de que no hubiera pasos era de Sánchez, ¿sabes? Y era de Sánchez porque ya no había coletas. Si no, también.

En los momentos de mayor tensión, las mentes de las personas son dignas de estudio ¿Cuántas veces hemos visto la dispar reacción de los presentes cuando se produce un accidente de coche? Están quienes auxilian, quienes salen najando y hasta quienes se quedan desnortados, empanados y ojipláticos; incluso están quienes se quedan rezagados en una esquina para intercambiar opiniones con otros viandantes acerca del suceso. Ahí comienzan a preguntarse sobre quién tenía la culpa, si el que se había saltado el semáforo o el peatón que estaba cruzando. Con esto de la pandemia, igual. Y los dedos señalaban al gobierno central “filocomunista”, que quería el fin de las procesiones. Algún político municipalista incluso jaleaba por redes el bulo hasta el punto de que más de uno, de dos y de tres llegaran a creerse la mentira. Otros compartían por  WhatsApp cadenas de mensajes advirtiendo sobre el interés político en acabar con las cofradías, y así hasta que en redes sociales se ha llegado a culpar también al mismísimo Papa Francisco, que como ya saben, es fuertemente criticado por el sector más tradicional e irracional de la Iglesia. El Papa colaboracionista y el gobierno “filocomunista”. Ahí es ná.

En cualquier caso, si nos paramos a pensar un momento, todo más o menos va cogiendo ciertos aires de normalidad. Ha vuelto la violencia de género y los delitos de odio homófobos y tránsfobos de la intrahistoria prepandémica. Han regresado, con más ahínco aún los mensajes contra los menores migrantes no acompañados. Por regresar, incluso tenemos de vuelta la subida de todo tipo de impuestos, todo normal. Ya tenemos a los padres y madres de los menores ocupando metros y metros de carriles a las puertas de los colegios, las cafeterías que han sobrevivido al virus poniendo sus cafés hirviendo, los bancos como Caixa cobrando impuestos a los recién rescatados provenientes de Bankia…Todo, prácticamente todo vuelve a ser normal. De hecho tenemos fútbol, cine, ponencias, clases, conciertos, toros… ¿no iban a volver las procesiones?  Por eso ya estamos los jartibles en la calle.

Ya todo es normal. El tráfico hasta las manillas y el claxon a las siete de la mañana dando castaña. Incendios forestales de no sé qué grado, pero sin la UME hasta cuatro días después. El wordperfe instalado a dedo y los bulos compartidos en Facebook, todo normal. Tanto, tanto, que los rancios abolengos ya escriben sobre la Ley de Flamenco, poniendo el grito en el cielo porque se le da lustro al cante gitano andaluz. Si todo eso había vuelto, ¿a qué viene el Carnaval de Cádiz en abril? En cualquier caso, jartibles de todo y para todo, disfruten y sí, salgan a la calle y si tenemos tiempo, hagámoslo para ejercer también nuestras protestas como se supone que debe ser. Seguimos adormecidos. Todo ha vuelto a la normalidad.  

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