El mejor pasodoble

No hace falta correr, ¿pa qué? Que corra quien quiera, que a mí me sobran acordes y contratiempos que no vienen al caso

jose (2)

Trabajador social en Fakali, Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas

Una imagen de José, protagonista de 'El mejor pasodoble'.
Una imagen de José, protagonista de 'El mejor pasodoble'.

Si me permiten comenzar este artículo con un símil carnavalero ahora que estamos en fechas, diré que mi día a día ha sido siempre lo más parecido a un popurrí de una comparsa. Así entiendo yo la vida, como una mezcla de vivencias donde los graves se complementan con los contraltos mientras que las octavillas coquetean con los punteados de las guitarras. La entiendo como un terremoto de emociones que cuentan desde el principio hasta el final una serie de cuestiones que van desde lo más elemental a lo metafísico. Y entre todo eso, hay que meterle música y letra. La música, a poder ser que sea con contratiempos, como los de Los Gitanos del Puerto, que de la letra intento de encargarme yo, que soy quien la vive. 

Pero en estos días, hace justamente nueve, mi popurrí se ha convertido en pasodoble. Ya no hay prisas, ni mezclas, ni quiero contraltos. Me sobran hasta las notas musicales que normalmente le he ido poniendo a la vida a excepción de las más tiernas nanas que le dedico a ese ser que tengo en la habitación de al lado mientras escribo estas líneas. Le tengo miedo a los contratiempos e incluso al tiempo lineal, que pasa rápido. De hecho, hemos llegado a la final del concurso del COAC mientras yo sigo en este pasodoble interminable sin casi haberme dado cuenta. 

Después de todo, ahora sé lo que es el miedo. A mí, que se me había olvidado lo que era y que hasta por momentos me sentía imparable se me ha frenado de golpe el ritmo vertiginoso de mi vida, que era tan parecido al de las primeras cuartetas de un popurrí. A mí, que me negaba en un principio a adquirir el rol paterno. A mí me han vuelto los miedos. Miedo a no saber, a no entender, a no poderte acompañar durante los días de tu futuro. Por eso vivo ahora a un ritmo más lento, más pausado, sin más agobio que el de saberte llevar hasta los brazos de tu madre para que tragues ese néctar que fluye como manantial en los cuerpos femeninos que no sólo transportan la vida, sino que, después de haberte traído hasta aquí, también son capaces de alimentar y nutrir cuerpos tan diminutos como el tuyo.

Y sigo con miedos. Miedos por haberte traído a este mundo tan bello y tan hijoputa a partes iguales y que incluso, es más de lo segundo que de lo primero. Sigo con la misma intranquilidad una semana después, que es parecida a la del momento en el que se llevaron a tu mamá al quirófano, pues, al fin y al cabo, vienes sin libros de instrucciones a excepción del propio instintito materno – y supongo que también el paterno-. En cualquier caso, prometo enseñarte lo poco o lo mucho que yo haya aprendido. Aquí, sea lo que fuere tendrás una mano para guiarte, como a su vez hice yo con la del mío. No seré perfecto, ni lo pretendo. Nos equivocaremos y reiremos – digo yo-. Y estaré a tu vera por si en algún momento, el día de mañana vienen los fantasmas racistas o clasistas a tocarte un pelo, tal cual me sucedió a mí. Pero hoy tengo miedo y no pasa nada por admitirlo. 

A día de hoy lo único que tengo claro es que eres mi mejor pasodoble y que has venido a ritmo lento, como los clásicos autores del Carnaval. No hace falta correr, ¿pa qué? Que corra quien quiera, que a mí me sobran acordes y contratiempos que no vienen al caso. Mi compás lo marca tu llanto de cada dos horas pidiendo teta, mientras que la octavilla más bonita se me hace con tus quejíos cada mañana. Tranquilos, sin más estorbos que el del teléfono vibrando a cada momento. Hacemos un ritmo de vida sin prisas y que giran en torno a tus casi cincuenta centímetros de cuerpo. Por eso hijo mío, no tengas prisas tú por crecer, que el tiempo se va demasiado rápido y ese no vuelve. Eso sí, cuando pasen los años acuérdate que aquí tendrás una mano inexperta que seguirá teniendo miedo a que te roce hasta el aire. Ese será tu padre, el que hizo el mejor pasodoble para que el día de mañana el remate de esta letra se la pongas tú, que serás dueño de tu vida. Nosotros, tu padre y tu madre habremos hecho el trabajo previo, el de los valores. Ya sabes, el respeto a los mayores, el amor a la familia, la solidaridad entre iguales…A partir de ahí, la letra de tu obra la harás tú, como dueño de una vida ligada a un amor verdadero, limpio y puro. 

Te quieren con locura, tu pare y tu mare.  

A mi José, en sus nueve días de vida.

 

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