Cuando un acto religioso no se hace en el Templo – o incluso en la calle – y se hace un teatro, deja de ser un acto religioso para convertirse también en una obra de teatro. En postureo. En teatro, en puro teatro.

Uno de estos días, zapeando, me encuentro en una televisión local a un señor repeinado y engominado, diciendo no sé qué de que alguien quería que hablara en nombre de los cofrades y los cristianos. Dí un respingo. ¿Perdone? ¿De los cristianos? ¿Quién puede tener la osadía de hablar en nombre de miles de personas? Menudo disparate, sobre todo cuando lo escucho durante la Semana de Oración por la Unidad de las Cristianos. Buena puntería la del caballero que pensó tal cosa. ¿Eso es trabajar por la unidad? No sé que pensarán por ejemplo, el resto de cristianos de Jerez que no son católicos, como los evangelistas.

Miren, yo agradecería de una vez que nadie se tome el poder de hablar por mí. No ya como cristiano, si no como persona. Los vecinos de La Granja dicen que… no, no. Será que la asociación de vecinos de La Granja dice que… porque yo soy vecino y no he dicho ni "mu". Es sólo un ejemplo, y a este señor del que se hablaba le pasó lo mismo.

Que hable en nombre de los cofrades… pues ya es cosa de ellos, del mundo cofrade, que como cristiano y como católico (un grupo más dentro de los cristianos) no consigo entender. En pillarle el punto. ¡Y mira que me esfuerzo! Pero mi intelecto no llega. Consigo emocionarme con un paso en la calle, con la mezcla del olor a incienso y azahar y con la música de los pasos de palio. Sé que es una experiencia única de oración quedarse delante de cualquiera de las imágenes de la Semana Santa andaluza y jerezana, en silencio, ahí, sólo, entregado nada más a lo que Dios te haga escuchar.

Pero cuando llegamos a los atriles, al pelo engominado, a la medalla, al traje de chaqueta, a mi hermandad como si no existiera otra y a hacerme especialista en cotilleos de estrenos, elecciones, cambios, capataces, maneras de cargar, bandas de música, etc., y a no escuchar a nadie hablar del Evangelio, me pierdo.

Quizás el origen de este postureo – porque es eso, postureo -, esté en que las cofradías se han quedado sólo en la imagen y olvidaron el contenido. Por desgracia, las imágenes sólo nos traen una parte de la vida de Jesús: la Pasión, la Muerte y la Resurrección. Por cierto, ésta última, una imagen sola y  que la gente suele pasar olímpicamente de su procesión.

Se echa en falta el resto de la vida de Jesús: sus parábolas, sus milagros, sus enseñanzas. Eso le falta a la Semana Santa jerezana cofrade: le falta el Jesús vivo y le sobra postureo.

Pero el postureo llega a su máximo exponente en algo que todos los años me pregunto el porqué. Una de las actividades públicas primeras de Jesús fue perderse en el Templo y hablar con los doctores de la ley. No fue casualidad perderse allí porque el Templo era su casa. Me pregunto por qué en Jerez un acto como es el comienzo de la Semana Santa Cofrade empieza en un teatro. Teatro público a más señas: El Teatro Villamarta. Qué ganas de andar enredando de nuevo con lo religioso y lo laico. Me pregunto por qué para este acto – el pregón – se deja la casa de Dios y se van al Teatro. Pues no lo sé. O no quiero saberlo. Quizás es que es otro factor más del postureo, porque el postureo en el Templo queda mucho más feo. Pero se corre un riesgo. Que cuando un acto religioso no se hace en el Templo – o incluso en la calle – y se hace un teatro, deja de ser un acto religioso para convertirse también en una obra de teatro. En postureo. En teatro, en puro teatro.

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