¿Por qué el voto de mi madre no se puede sentar en el Consejo de Ministros?

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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El PSOE de siempre ha vuelto. Ha vuelto el PSOE que desprecia y humilla todo lo que hay a su izquierda y que se niega a hacer políticas económicas a favor de la gente sencilla porque es preso de los grandes poderes económicos con los que el felipismo ya firmó una alianza de sangre, gracias a la cual éstos permitían a los socialistas hacer políticas sociales a cambio de que no tuvieran recursos económicos para financiarlas.

Así, Pedro Sánchez, para colarnos que es muy de izquierdas, aunque ha pactado con la derecha económica que Podemos ni se acerque al poder ejecutivo, está tejiendo un relato maquiavélico contra la formación morada y Pablo Iglesias, que lo único que sostienen es que un partido que tiene un 35% de los escaños del Congreso no puede tener el 100% del poder ejecutivo y que debe abrirse a un pacto programático y de equipos ministeriales para llevar a cabo las políticas que los ciudadanos expresaron con su voto. Ni más ni menos que como ocurre en 20 de los 28 países de la Unión Europea, donde hay gobiernos plurales salidos de la misma pluralidad de sus respectivas sociedades.

En el fondo, el problema del PSOE no es contra Podemos ni contra Pablo Iglesias, sino contra los cuatro millones de votantes de la formación morada a los que convierte en parias, en votantes con aspiraciones ilegítimas que no pueden tener representantes en el Consejo de Ministros, que es desde donde se redacta el Boletín Oficial del Estado (BOE) y desde donde se cambia, a mejor o a peor, la vida de los ciudadanos y ciudadanas.

Mi madre, que tiene 75 años, no ha hecho otra cosa en su vida que trabajar desde que era una niña, fregando de rodillas y en el campo, y ha votado a Podemos y lo ha hecho con la esperanza de tener una pensión por encima de 670 euros que cobra y de que dos de sus hijos, que han vuelto a casa y comparte con ellos su raquítica pensión, encuentren un trabajo estable que les garantice seguridad vital. Curiosamente, el voto de mi madre era digno cuando votaba al PSOE, pero ahora se ha convertido en una extremista a la que hay que hacerle un cordón sanitario para que sus anhelos no se escriban nunca en el Boletín Oficial del Estado.

Cuando desde el PSOE intentan ridiculizar y humillar a eso que llaman el “voto podemita”, en realidad están humillando y ridiculizando a gente tan normal como mi madre o Vanesa, mi vecina, que limpia oficinas y bloques de pisos a diario por un salario que no llega a los 600 euros al mes, por obra y gracia de una reforma laboral que el PSOE no quiere derogar y por la que mi vecina no tiene derecho a estar incluida en el convenio laboral colectivo y, por el contrario, forma parte de un convenio expresamente hecho por la empresa con representantes de sindicatos amarillos y con un salario por debajo del convenio colectivo, lo que ha dado lugar a que en España hayamos recuperado la figura franquista del trabajador pobre, que ni teniendo un contrato llega dignamente a final de mes, y a que trabajadores que realizan las mismas funciones cobren de manera desigual.

Sin Podemos en el Gobierno, el PSOE volverá a hacer lo de siempre. Venderá con un boca que es feminista pero no legislará para combatir los índices de pobreza que afecta en un 70% a las mujeres; dirá que apoya a las personas LGTB pero no aprobará una ley integral de transexualidad para atajar el 80% de exclusión laboral que sufren las personas transexuales; le contará a mi madre que abogan por el sistema público de pensiones pero no subirán las pensiones ni eliminarán la reforma que aprobó Zapatero a petición de los bancos y que explica en buena parte que el futuro de las pensiones esté en entredicho.

Sin Podemos en el Gobierno, el PSOE será el de siempre y sus políticas económicas reforzarán la situación extrema de desigualdad y empobrecimiento en la que está España que, siendo el cuarto país más rico de la Eurozona, tiene datos de pobreza infantil al nivel de Rumanía. En España, ese país de luz y de color, casi un 50% de la población no se puede permitir ni una semana de vacaciones al año y llegar al día veinte de cada mes con la nevera llena es un milagro.

Se trata de situar en la centralidad política las cosas de comer, que es lo que le preocupa a mi madre, que vota a Podemos desde hace un par de elecciones y está muy lejos de la caricatura que los socialistas y los medios de comunicación hacen del votante morado. Mi madre no está para revoluciones ni tampoco para festivales de táctica del PSOE, sólo quiere tener una cosa tan básica y radical como seguridad para ella y sus hijos, especialmente para los que peor parados han salido de la gestión de la crisis económica. Y eso, conociendo el historial de decepciones del PSOE, sólo lo garantiza un acuerdo programático y un gobierno de coalición con miembros de Unidas Podemos sentados en el Consejo de Ministros. ¿Por qué el voto de mi madre no se puede sentar en el Consejo de Ministros?

 

 

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