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El 7 de julio de 2017 le pregunté a la gran Cristina Fallarás, en un encuentro sobre periodismo que organizó lavozdelsur.es en Jerez, si había sufrido acoso sexual durante sus más de 30 años de carrera periodística. Ella, rápida y ácida, respondió con tono burlón: “Eso es una pregunta retórica, ¿no?”. Extendió la mano y empezó a enumerar tocándose la yema de los dedos. Hizo memoria, y esbozó una larga lista —sin nombres concretos— llena de peces gordos. Empresarios, compañeros, políticos… Yo, que llevo menos de dos años en esta profesión, solo pude abrir la boca y guardar silencio. Cuando logró terminar, no se me ocurrió preguntarle por qué no denunció. Ni se me pasó por la mente. Sus razones tendrá (además de su derecho a hacer lo que le dé la gana), fue lo que pensé.

Bien. Todo esto ocurrió, justo, cuatro meses antes de que The New York Times publicara un reportaje donde numerosas voces de Hollywood acusaban al productor Harvey Weinstein de abusos sexuales. Un paso hacia delante al que, días, semanas y meses después, decidieron sumarse más mujeres que sufrieron los mismos episodios de manoseo, coacción y abuso sexual, por parte de hombres poderosos. Curioso que, cuando el aluvión de mujeres se animara a denunciar, la duda que sembró en la sociedad fue: ¿Y por qué ahora y no antes? Yo, ahora, tres meses después, cuando todavía continúan saliendo nuevas denuncias por acoso o abusos sexuales a otros hombres (el actor y director, Sylvester Stallone, el presentador de la NBC, Matt Lauer, el cofundador de Pixar, John Lasseter…), lo que me pregunto es: ¿Y por qué ahora y no antes, los periodistas se interesan por saber si estas fueron agredidas verbal o físicamente por uno o varios hombres?

"A veces hay que preguntar obviedades para exhibir aquello que muchos —incluso el propio entrevistado— no ven"

Creo que hay una necesidad imperiosa de que todos sepan que el acoso y los abusos sexuales existen, de que el machismo vive y se sigue reproduciendo. Esta realidad, por muy normalizada que esté, debe continuar en los titulares. No como una cifra más, sino como un espejo donde la sociedad tiene que verse reflejada para horrorizarse, ponerse en el lugar de la persona que lo sufre y no justificar al autor de la agresión. Porque una de las pocas cosas que aprendí en la carrera es que a veces hay que preguntar obviedades para exhibir aquello que muchos —incluso el propio entrevistado— no ven.

Recientemente, Sharon Stone ha salido en todos los noticiarios y digitales a raíz de una entrevista en la CBS. El periodista, Lee Cowan, le preguntó si había vivido alguna situación durante su carrera en la que se hubiera sentido incómoda, a correlación de los numerosos casos de abusos sexuales en Hollywood. Stone, no pudo reprimir una larga carcajada. “Llevo en esa industria 40 años. ¿Te puedes imaginar cómo era este negocio al que llegué hace 40 años? ¿Teniendo el aspecto que tengo? ¿Viniendo de un pueblecito de Pensilvania? Vine aquí sin ninguna protección. Lo he visto todo”, sentenció la actriz. Ojo, que los juicios lloverán en breve... ¿Por qué?

Poco después del reportaje de The New York Times, el 14 de octubre de 2017 Elena Bustamante publicó en El Español un extenso reportaje donde reunió los relatos de algunas actrices (famosas y no tan famosas) que habían sufrido agresiones sexuales por parte de Weinstein: Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie, Cara Delavigne, Mira Sorvino, Ashley Judd y Léa Seydoux, entre otras muchas. “Le conté al jefe del estudio que HW me había violado. Se lo repetí una y otra vez. Él me respondió que no había pruebas, yo le dije que la prueba era yo”, declaró McGowan, una de las primeras actrices que destapó el asunto. “Nunca conseguirás este trabajo. Así es como funciona el negocio”, le espetó el productor a la actriz Dawn Dunning, instantes antes de que esta saliera huyendo después de que él la acorralara para forzarla a tener sexo. Declaraciones como estas, quedan sepultadas con la reacción de los lectores, de la sociedad.

“¿Y salen ahora? ¿Por qué no lo han hecho a la primera? Ahora, cuando tienen todo, de repente se acordaron todas”, comentó una. “Ahora lo dicen… Jajaja. Son millonarias, a ellas les ha interesado”, dijo otra. “Pero si ninguna se acostó con él a cambio de dinero, éxito y fama, no entiendo el escándalo”. Sin duda, uno de los pocos que demuestra que se ha leído el artículo, además de dejar en evidencia su recalcitrante machismo. ¿Acaso no se debe denunciar a aquel que intenta robarnos, agredirnos o matarnos? Que Harvey Weinstein te intente violar… Oye, que ha quedado en intento, que al final no te violó, ¿para qué decir nada? “Y digo yo, no sabían las señoras qué es lo que quería él de ellas”. De nuevo, ellas son las juzgadas. “Ellas quedan un poco retratadas, han permitido años de libertad a este escombro”, opinó otro, cuando (quizá) nunca viva lo que vivieron ellas. Ante situaciones como estas, las mujeres tenemos que reiterar que no es tan fácil actuar… Ante situaciones como estas, nos quedamos congeladas, intimidadas y avergonzadas. Sociedad, pregúntate por qué ningún compañero le paró los pies, por qué la industria y los medios lo encubrieron. Y en mi opinión, tal vez, el porqué ahora y no antes de las denuncias sea porque la palabra del 2017 ha sido: feminismo.

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