Por amor al arte

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

Interior de la librería de viejo Planeta Zócar, en Jerez, en una imagen retrospectiva.
Interior de la librería de viejo Planeta Zócar, en Jerez, en una imagen retrospectiva.

Llevo semanas dándole vueltas a esta tribuna sin atreverme a dar el paso, porque son temas delicados que pueden herir determinadas sensibilidades en el mundo de la narrativa; pero estimo necesario hacer una reflexión sobre la realidad del mundo editorial en nuestro país, y siendo como soy, “juntaletras” en mi tiempo libre, se trata ya casi de una obligación.

Y es que duele. Duele ver como este bendito país, que siempre fue cantera de escritores que marcaron épocas y estilos, ahora se revuelca en el fango de los intereses políticos y económicos más que en el cultural… hasta el punto que las editoriales sirven al Dios Dinero sin ningún tipo de vergüenza.

Éste sería el momento de dar paso a una nueva hornada de escritores en España que tratan de sobrevivir como buenamente les dejan en esta jungla literaria, en la que se ha preferido obviar a muchos y buenos creadores, sustituyéndolos por famosillos, expolíticos venidos a menos, presentadores de televisión y tertulianos de reality de sobremesa.

Y todo con el fin de hacer de la literatura un negocio. No importa el nivel cultural que estemos alcanzando con esta deriva, no… aquí importa ganar dinero, a base de publicar “grandes obras maestras” a Belén Esteban, Mario Vaquerizo, Jorge Javier Vázquez, etc… que reportan pingües beneficios a cada cual.

Pero ahí no acaba la cosa, no. En un intento de justificar lo injustificable, algunas grandes editoriales mueven cielo y tierra para “premiar” con alguno de los certámenes más prestigiosos del panorama literario español, a algunas de estas “rutilantes estrellas de la literatura española”. De esta manera, nadie puede acusar de afán recaudatorio a insignes editoriales que han dado tanto por nuestra cultura: “no, mire usted, es que Fulanito ha sido finalista del Planeta; y Zutanita del Primavera de Novela…”

Era vox pópuli que ciertos premios de rancio abolengo estaban “amañados”, y se sabía que tenía ganador incluso con antelación a la convocatoria del mismo. Pero estamos llegando a un punto sin retorno en esta dinámica de la “Publicación al Famoso”; dentro de unos años, cuando estos personajes dejen de serlo y nadie quiera comprarlos, ¿cuál será la solución? ¿Nuevos famosos?

Desgraciadamente en el camino, España se habrá dejado dos o tres generaciones de escritores de incuestionable talento en la cuneta del olvido, mientras encumbra a payasos, chonis y demás fauna telecinquera. Y todo por hacer de los libros un nuevo combustible para la econonomía. Un nuevo negocio de masas.

Considero que la cultura, al igual que la educación o la sanidad, deberían ser bienes inmateriales esenciales en nuestro país, no sujetos a las exigencias económicas. Por desgracia España en ese terreno no es EEUU, ni Suecia, ni Finlandia… aquí un perfecto desconocido rara vez publica un best seller si no es con la complicidad de un padrino/empresario de talla.

Por eso, cuando algún amigo con un poco de buena intención y un mucho de ingenuidad me pregunta: “¿Cuándo te presentas al Planeta?”, no tengo más remedio que sonreír y responder: “Cuando consiga pasar los casting de Gran Hermano, o me concedan la ciudadanía sueca”. Mientras no se caiga esta maldita venda de los ojos de nuestros “mandamales”, seguiremos escribiendo por amor al arte (y nunca mejor dicho).

Que la vocación, amigos míos, no entiende de intereses editoriales, ni de componendas, trueques, amaños ni mierdas del mismo pelaje.

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