Me voy diciendo que ya va siendo hora de afrontar el final de agosto y también esta serie de siete artículos sobre la plenitud veraniega. Y qué mejor manera de rematar que con uno de los placeres sumos de la temporada. Todos, de una forma o de otra, en estos días, prestamos una atención distinta a la lectura. En un verano te leíste la primera novela. Cada verano te comprabas en la feria del libro de la playa uno de tu autor favorito. Un verano tuviste aquel libro abierto sobre el pecho en cada siesta. Un verano en aquella ciudad lejana leíste tal título. Y así, de mar en mar y de amor en amor, el verano pasado me leí por fin la primera parte de El Quijote. En esta última quincena, tengo en una mano El verano de Cervantes de Muñoz Molina (Seix Barral, 2025) y en la otra la segunda parte del ingenioso hidalgo.
Todas las aventuras de Don Quijote, será por algo, suceden en pleno verano, apunta Muñoz Molina. Cervantes, viejo zorro, trae a escena a Sancho Panza al inicio de la segunda parte, irrumpiendo con voceríos a la puerta de la casa de Don Quijote. Hay más frescura, pienso, en esta historia que en mucho de lo que se hace hoy día. No es que la obra sobreviva, es que lo hace con solvencia en el humor, el amor y la lucha. Cualquier novelista que se aprecie, español o extranjero, habrá estudiado sus entresijos técnicos. Además, ha sido fuente de inspiración para los intelectuales afanados en describir el carácter nacional. Fíjense qué suerte que la referencia sea para esto una de un loco, servidor de su señora, que sale por los caminos a arreglar desaguisados. Todo carácter nacional es un mito, y basta con tener a España como una igualdad de derechos. Pero, sobre todo, Don Quijote de la Mancha es divertimento, pleno divertimento para cualquier lector.
Este es el último artículo de la serie y ya va siendo hora, de volver al oficio, de retomar los encargos y batallar por las cosas reales (y por las que no lo son tanto). La lectura y la escritura continuarán pero a codazos entre oficios y gestiones varias. Vivir con los libros, de una forma convencida, no es sólo una evasión, es también una forma de ensanchar la vida real. Así, espero que haya sido con estas siete plenitudes agostizas, entre playas, familia, sandías, culos, cócteles, helados… aunque fuera solo para dar un ápice más de placer al verano. A menudo me viene una cita que dice algo así como, “yo igual que el Quijote me invento pasiones para no estarme quieto”. En fin, hasta el más loco hace sus propias cuentas y me parece que hasta el más cuerdo vive con sus locuras, en mi caso, además, como dice el buen escudero, “Sancho nací y Sancho pienso morir”.


