La independencia catalana, el pacto anti-secesionista, las cortinas de humo, la crisis de los refugiados, la guerra en Siria, los desahucios a la clase trabajadora, los recortes, las cifras del paro… y para colmo, la encuesta del CIS sobre la estimación de voto -que no se la creen ni los del CIS-. Harto del mundo, ayer por la tarde me monté en el coche y me fui al río Majaceite, que entre semana suele estar muy tranquilo.
Esta sociedad, entre unas cosas y otras, tiene la dudosa habilidad de saturarme hasta límites insospechados, seguro que a usted, estimado lector, le sucede a veces lo mismo. Ante eso, lo mejor es huir de la marabunta y buscar un lugar propicio para aislarse de todo ese ruido. Unas veces recalo en las páginas de un buen libro, otras me olvido de todo sentado frente a una película, pero donde mejor me encuentro en esos momentos de huida, he de confesarlo, es en el río Majaceite. Uno echa a andar por el sendero entre El Bosque y Benamahoma, y se olvidan rápidamente problemas propios y ajenos, prisas, trabajo, etc. En esos momentos, el rumor del río y el canto de los pájaros actúan como bálsamo. Caminar por el Majaceite significa penetrar en un ‘bosque de galería’. Se denomina así porque al crecer en ambas orillas y elevarse sobre el cauce forma una especie de túnel vegetal de gran belleza y frescura. Los chopos, sauces, olmos, fresnos, adelfas, rosales, zarzas y madreselvas, entre otras, crecen tan apretadas que hacen en algunos tramos impenetrables las orillas del río.
Recuerdo que el mes pasado, en uno de esos paseos por el río, empezó a lloviznar. Poco a poco se convirtió en una lluvia lenta, transparente, transmisora de una total serenidad. En vez de salir corriendo a buscar refugio, me quedé sentado en una piedra, junto al cauce, mientras veía cómo caían las gotas sobre el río. Pablo Neruda, en un poema decía: […] pero sé lo que dicen / todos los ríos / Tienen el mismo idioma que yo tengo.
Y es cierto, cuando uno se sienta junto al río, el río murmura, y esos sutiles susurros parecen entenderse si se presta atención.
Al final, siempre que deshago el camino y vuelvo a casa, me vienen a la cabeza aquellos versos de Ángel González: No vas tú por el río/ es el río el que anda…
Anímense, si no lo han hecho ya, a visitar este río, adéntrense en su sendero, el otoño es la mejor época del año para hacerlo.