El tiempo perdido

Encajar la felicidad debe suponer disfrutar de aquello que has conseguido a base de esfuerzo o incluso por fortuna

El sol se abre paso entre las nubes.
El sol se abre paso entre las nubes. MANU GARCÍA

No sé si recordarán o conocerán la leyenda japonesa acerca de un humilde pescador que salvó a una tortuga y que fue recompensado por ello con una visita a un palacio en el fondo del mar. Urashima Tarō, es un pescador que ve a unos chicos que están golpeando a una tortuga. Ayuda al animal y éste, herido, le da las gracias y un día después, vuelve a verle.

La tortuga le dice que es en realidad la hija del emperador del mar y le invita al palacio donde vive el dragón dios del mar, dándole a Urashima Tarō el poder de respirar en el agua. El pescador y la tortuga nadan por el mar y al llegar a palacio, ésta se convierte en una bella princesa. El pescador se queda en el palacio durante tres años, pero finalmente desea volver a su hogar para visitar a su moribunda madre. La princesa le da una caja misteriosa, diciéndole que no debe abrirla nunca. Confundido a lomos de la tortuga abandona el palacio.

Al llegar a su hogar todos habían cambiado. Pregunta a todos si han oído hablar de la familia Urashima o de Urashima Tarō. Le dicen que Urashima Tarō murió hace ya 300 años. Entonces, el pescador se sienta bajo un árbol y abre la caja. Al abrirla, Urashima se convierte en un anciano. De la caja se manifiesta una voz que le dice: «Te dije que no debías abrir la caja nunca. En ella moraba tu felicidad.»

Cuando nos encontramos bien tenemos la sensación de que todo pasa más rápido, me refiero al tiempo, ese que tanto nombramos. Creemos entonces ser felices, pero, aunque les parezca raro esto que les voy a decir, no todo el mundo sabe gestionar el bienestar que aporta la felicidad. Tener siempre presente lo verdaderamente importante en determinados momentos de exaltación personal no siempre es fácil.

No dejar a un lado a los que siempre han estado y todo a aquello que ya estaba planificado y nos ilusionaba tampoco lo es. No confundir el placer y el deseo con el bienestar a veces resulta difícil. La leyenda del pescador y la tortuga es un gran ejemplo además sobre la repercusión y consecuencias que tienen nuestras acciones y nos guía hacia una reflexión sobre el valor de lo que realmente es fundamental para sentirnos bien y felices con nosotros mismos.

Encajar la felicidad debe suponer disfrutar de aquello que has conseguido a base de esfuerzo o incluso por fortuna. Compartirlo con los que te rodean y sin tener que dejar a un lado lo que ya antes te llenaba en mayor o menor medida. Nos encontramos en una sociedad en la que creemos que por tener X número de seguidores en redes sociales somos ricos en poseer el valor de la amistad.

Nos esperan muchas frustraciones o desengaños si no somos conscientes que la soledad es no saber ir de la mano de aquellos que siempre nos la han tendido. No sentir la mirada cómplice de aquel que te conoce y te encuentra en tus pupilas y no escuchar el sonido de esa sonrisa contagiosa de ese alguien especial que ya encontraste. 

Así que pensemos en cómo de rápido inhalamos y exhalamos esos momentos felices. Valoremos si es mejor vivirlos solos o mal acompañados. Si sabrán mejor con aquellos que sabes que siempre estarán y sin importar desde cuándo, pero si la intensidad de lo bueno que han traído a nuestras vidas.

Procuremos que nuestras decisiones no nos exploten en la cara y, sobre todo, si erramos en ellas, asumamos nuestras responsabilidades porque será la única forma de no volver a equivocarnos y rozar de nuevo el bienestar. Solo hay un ahora, el mañana es para los que logren estar en él, pero eso es algo que nadie nos puede asegurar. 

 

“Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado el tiempo en que se pudo” Marie von Ebner-Eschenbach

 

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