Pasen y lean

La gente lee menos cada día que pasa, y cuando lo hacen lo hacen mal, sin ningún deleite y sin saber sacar provecho a la lectura

Una mujer, con un libro en sus manos.
Una mujer, con un libro en sus manos. MANU GARCÍA

Es un hecho constatado y que la mayoría además admite con más frecuencia el que la gente, y no solo en nuestro país sino en el resto del mundo, lee menos cada día que pasa, y cuando lo hacen lo hacen mal, sin ningún deleite y sin saber sacar provecho a la lectura. Las causas de esta situación que no beneficia a nadie casi con seguridad son muchas y difíciles de abordar. Sería demasiado cómodo y fácil echar la culpa a la televisión o redes sociales.

Cuando la caja tonta aún no estaba inventada los que más tarde se aficionaron a ella tampoco leían, mataban su tiempo jugando al dominó, damas, cartas, y sobre todo en tertulias del café discutiendo de todo lo humano y sobrehumano. Se me ocurre que la televisión podría animar al espectador a leer, bastaría con crear un programa que interese a la gente y que les estimule el pensamiento en vez de narcotizarlo. De los escasos intentos de mantener en la televisión programas que incentiven la lectura, me atrevo a decir que con un único dedo de la mano nos bastaría para contar los que han permanecido en la programación de la misma.

Los Gobiernos sin embargo si que aplauden y aprueban, incluso premian que la ciudadanía se entontezca para así poder manejarla a su antojo; por ello además desvirtúan el lenguaje de sus discursos, fomentan que asistan a manifestaciones que de antemano saben que son inútiles, que participen en concursos millonarios y mal gasten su dinero en sorteos poco prometedores; animan a que desembolsemos nuestros salarios en vez de ahorrarlos; se esfuerzan en que todos conozcamos las obras promovidas de beneficencia; consienten el uso de las drogas para luego asegurar que estarán para amparar, al que haya tirado su vida por la borda consumiéndolas. El hábito de la lectura es algo que incomoda al que gobierna, porque en cuanto algo nos hace razonar es más difícil que logren manejarnos.

Sería algo sublime que algunas frases célebres como la pronunciada por Kafka —"un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros"— o aquello que afirmaba Confucio —"no importa lo ocupado que piensas que estás, debes encontrar tiempo para leer, o entregarte a una ignorancia autoelegida”—, fueran expuestas una y otra vez, día y noche en los paneles electrónicos dispersados por todas partes y con publicidad que solo nos incitan a consumir, pero no a la lectura precisamente. La afición de la lectura no sería muy difícil de inculcar entre la ciudadanía, bastaría con ofrecerles, a buen precio, buena literatura, que en España la hubo y no dudo de que la sigue habiendo en abundancia. Esto tendría que ser respaldado y apoyado por el estado con iniciativas y acuerdos entre editoriales. El hábito de la lectura se ha perdido en grandes proporciones de forma general en todas partes del mundo, y gran parte de culpa sin duda es de aquellos que lo gobiernan. Echarle la culpa a la televisión o internet es lo más cómodo, pero también incierto.

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