Y que nunca se me olvide

Los sueños se cumplen y dejo escapar de un cuento de Navidad a mi personaje favorito, que acabará amando la Navidad como el que más

Personas disfrutando del alumbrado de Navidad.
Personas disfrutando del alumbrado de Navidad.

Nervios que cosquillean en la garganta. Traicioneros, pues a sabiendas de que muchos están expectantes por escucharte, pretenden enroscarse en un nudo en tu garganta. Te oyes a ti misma, te has aprendido de memoria las palabras que salieron de tu boca y que, acompañadas de una armoniosa melodía, llegan a los oídos de un público que esperas, no sea demasiado exigente. Aplausos tras los últimos acordes de piano y avanzas unos metros guardando el equilibrio, la cordura y saludando con un “buenas noches” a cientos de ojos que en un segundo sientes clavados en ti. Pero aplauden la osadía de aparecer de improviso para todos en aquel escenario. 

Empiezan tus recuerdos y aunque lo has ensayado no sabes ya cuántas veces tus lágrimas quieren protagonismo y se han aliado con el nudo de tu garganta para dejarse ver esa noche. Seguramente se ha notado la pequeña batalla entre los dos bandos, pero acabas venciendo y al entrar al escenario “esos locos bajitos” te ha merecido la pena el ser tan osada y permitirte ser el centro de atención de todos. Llueven recuerdos, palmas y villancicos inundan el patio de butacas y las cortinas de terciopelo arropan en el escenario a una infancia anhelada por todos. 

Y los sueños se cumplen y dejo escapar de un cuento de Navidad a mi personaje favorito, que, aunque por su intervención algunos no lo sospechen, acabará amando la Navidad como el que más. Su voz, aun cuando ya ha desaparecido del escenario, sigue resonando en la mente de los espectadores y su espíritu se queda arrullando al niño Jesús del nacimiento que está situado a mis pies durante todo el discurso. Sigo pasando páginas que ahora ya leo con tranquilidad y que a pesar de no oírme a mí misma, los allí presentes parecen si hacerlo con interés. 

Llega el ansiado final para mí, “como en los libros, en las películas, en los cuentos y en los sueños”, y tras dejar mis sentimientos esparcidos por el escenario, vigilados por el público que sigue expectante y al calor de innumerables focos que también los iluminan, finaliza mi labor de pregonera. Doy paso a Juan y sus trompetas, la tradición que con más ilusión esperan año tras año en nuestro pueblo. El teatro en pie y aplausos para ellos, para mí, para la Navidad que comienza y en la que he reivindicado vivirla en tradición y en familia. Mi familia, mi pareja y mis amigos mirándome con toda la admiración posible. Decir un te quiero sincero, aunque sea a través de la mirada, es el mejor de los regalos. 

¡Felices fiestas! 

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