Desde que tenemos internet tenemos la "ventaja" de poder estar informados en cualquier momento con tan solo pulsar un botón de nuestros teléfonos móviles:
Día 359 de guerra en Ucrania por la tarde, el gobernador de Lugansk advierte que decena de miles de tropas rusas están concentradas para tomar la provincia el día 24. El fundador de grupos de mercenarios Wagner (empresario le llaman acertadamente) por otro lado, comunica que la ciudad será tomada en marzo o abril, y se queja de las autoridades militares por prohibirle reclutar nuevos combatientes en las prisiones. (Leído el 16 febrero en el diario digital El País).
Pincho otro botón y abro redes sociales en las cuales me encuentro noticias sobre el carnaval de Cádiz, la final del concurso del COAC y algunos ciudadanos reivindicando antes de que comience el gran fin de semana de carnaval que la ciudad no se debe convertir en un basurero ni en un retrete gigante para los que participen en esta fiesta, tanto sean ciudadanos como si no. Petición que creo que debería sobrar porque el civismo debe formar parte de la educación de la persona, porque hemos dejado atrás una pandemia que nos debería haber transformado en mejores personas y porque si miráramos al frente con los ojos bien abiertos nos deberían preocupar más la situación actual de una guerra que estamos viviendo desde el privilegio de estar vivos y todo lo que se nos aproxima. Las lecciones de civismo a veces llegan demasiado tarde.
"La vida sigue" (Frase que llevo tatuada desde hace unos meses en mi muñeca) pero ¿De qué forma? Fabricando armas para guerras injustas y absurdas, bombardeando y matando a civiles que se han encontrado en el sitio y en el momento de los "no privilegiados". Y yo también miro para el otro lado, y me salto a diario los sangrientos titulares sobre la guerra del país ucraniano para leer que la presidenta Ayuso tumba el proyecto de Eurovegas. También miro el reloj para preparar la cena a tiempo antes que empiece "La Final del concurso del Falla" como decimos aquí los gaditanos. Los días siguen, las semanas y los meses pasan, los carnavales dejan de camuflar la realidad y las malditas guerras siguen doliendo, destruyendo y matando. Las pelucas y disfraces vuelven como cada año al baúl de los recuerdos hasta que encontremos un nuevo motivo para disfrazarnos.
"Las leyes callan cuando las armas hablan" (Cicerón)
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