Luciérnagas en el café

Acabar y comenzar son actos que repetimos a lo largo de nuestra existencia una y otra vez, es lo que nos hace ser conscientes de donde nos encontramos

Un bosque lleno de luciérnagas.
Un bosque lleno de luciérnagas.

Después de soltar gran parte de la carga que tanto pesaba, decides caminar hacia cualquier dirección, pero con la determinación de esquivar aquello que te haga sentir incómodo y que perturbe la paz que tanto te costó alcanzar. Siempre te ha gustado el café, la conversación que fluye al levantar la taza y aspirar el aroma del grano fundido en el líquido vital. Te detienes ante una de tantas cafeterías que te encuentras en el recorrido, una especie de energía te atrajo, y aunque de momento estás solo, decides entrar sin llamar. A primera vista parece que no hay nadie, Tal vez sea demasiado temprano, piensas mientras sin dudarlo das los buenos días. Segundos después empiezas a oír voces que levantan las primeras tazas humeantes.

Un pequeño torbellino te empuja a adentrarte un poco más en aquel lugar, te despeina, el aire siempre nos alborota el cabello y remueve todo lo que hay a su alrededor. No quieres que desaparezca, te gusta estar rodeado de todo aquel desorden, no sientes estar en medio de un caos, te sientes envuelto por todo aquello de lo que te has desprendido tantas veces para dárselo a otros. Vuelve la calma, pero sigues cubierto por aquello que trajo el viento, y te sientes bien. Percibes miradas que te observan a lo lejos desde la parte más oscura y piensas que posiblemente lleven ahí demasiado tiempo sin decidirse a cambiar la oscuridad de su refugio por la resplandeciente luz que ilumina la sala. 

Poco a poco te vas alimentando de minúsculas partículas que parecen que flotan en el aire y que provocándote pequeñas descargas llenan vacíos que ni siquiera sabías que estaban deshabitados. Palabras que nutren, abrazos virtuales de los cuales estás deseando sentir con unos brazos que se han abierto para ti sin apenas conocerte. Las lágrimas te fluyen por las mejillas demostrándote que después de todo en tu interior había algo más que soledad. Vida, el agua es vida, las lágrimas no siempre son signo de tristeza. Te encuentras a gusto en este pequeño espacio en el que se te ha permitido estar y empiezas a tener consciencia de que durante todo este tiempo has formado parte de una de esas luces que alguien dejó de lado por un foco que prometía clarividencia, pero que se apagó antes de que finalizara el espectáculo. Ahora te sientes seguro, poderoso. Brillas acompañado de pequeñas luciérnagas que revolotean por la cafetería, que se posan por todas partes y deciden desprender su luz cuando lo consideran necesario. 

Cuando rozamos la oportunidad de renacer emocionalmente es como si en cierto modo lográramos abrazar nuestro dolor. Nuestras emociones cambian radicalmente. Conectas contigo mismo y dejas de pensar que eres un "bicho raro" para sentirse una más de esas luciérnagas que te encontraste en ese café fantasma. Y tal vez sientas que no solo conectas contigo mismo, que hay momentos en los que se alcanzan una reciprocidad de sentimientos y tal hecho te hace sentir distinto y, sobre todo, feliz. El comienzo y el final de algo son relativos, es algo que leí con curiosidad no hace tanto tiempo, y se reforzaba además con una frase de Lao─Tse: "Lo que la oruga llama el fin, el resto del mundo le llama mariposa". Acabar y comenzar son actos que repetimos a lo largo de nuestra existencia una y otra vez, es lo que nos hace ser conscientes de donde nos encontramos. A vivir solo se aprende viviendo. 

"A cada instante se pone a cero el contador y el ser humano tiene un don maravilloso: la oportunidad de empezar, e intentarlo de nuevo".  —Arturo Pérez-Reverte—

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