Todo el que me conoce sabe que me encanta saber el origen de las cosas, lo registrado en los archivos de pueblos y ciudades. Aquello que se muestra cada vez menos a nuestros estudiantes, me refiero por supuesto a la historia, algo tan necesario para conocer dónde estamos, lo que somos y también cómo somos. Hay un dicho popular ya en desuso que dice “todo tiene su historia”. El pistacho, con su particular pasado y un desconocido origen para muchos, es incuestionable que está de moda y en esta mi columna, tampoco podía faltar.
Desde hace unos años y sobre todo este último año, el pistacho se ha convertido en el fruto seco de moda. Los que se benefician de ello aseguran que es debido a su gran valor nutricional, su excelente sabor y su sencillez para transportarlo. Pero claro, si nos ponemos a pensar que se conoce su existencia desde al menos hace 7.000 años, ¿Por qué al pobre pistacho no le ha llegado la fama hasta ahora? Fue cultivado por los egipcios, griegos y romanos; se introdujo en Italia desde Siria en el siglo I y posteriormente sus plantaciones se extendieron al resto de los países de la cuenca mediterránea. El marketing no existía en el primer siglo o al menos como ahora se conoce, creo además que nuestros antepasados “influencers” solo contaban con su oratoria e imaginación para comerciar con sus productos. Era más urgente y necesario trabajar para que sus cultivos y cosechas salieran adelante. Por si aún no se hacen una idea en aquel siglo, además del trabajo, rezar con fe era la única opción para intentar obtener la riqueza de la tierra que les daría de comer.
Pero no fue un agricultor el que popularizó este fruto, según consta (en uno de esos archivos históricos olvidados) el pistacho fue plantado en Los jardines Colgantes de Babilonia que si recordarán están considerados una de las Siete Maravillas del Mundo; el rey y dueño de estos jardines mandó plantar estos árboles para acallar las críticas de su esposa que opinaban que los paisajes de Babilonia eran monótonos y aburridos. Y como hay cosas que nunca cambian y la envidia también forma parte de la historia, pues los países europeos y como no España empezaron a plantar estos árboles. Así, pues, creemos que hemos descubierto América cuando realmente lo único que estamos llevando a cabo de un tiempo a esta parte es explotando al máximo el cultivo y el consumo de este producto. Cadenas importantes de supermercados, fábricas de turrones, pasteleros, panaderos, perfumes, cosméticos y hasta los productores de productos de limpieza incluyen a este fruto en los componentes de sus productos o al menos eso quieren hacernos creer. Si lo que se vende es verde e incluye la palabra pistacho, se convierte en oro seguro, da igual lo que ponga en la etiqueta porque también se ha convertido en historia eso de leerlas.
Recuerdo que hace diez años viajé a la ciudad de Roma y comenté con unos amigos que había tomado un riquísimo y raro helado de pistacho. También recuerdo la cara de asco y su afirmación de que jamás probarían tal cosa. Esto no lo cuento por pretender ser pionera en consumir este fruto seco sino porque por aquel entonces nadie imaginaría que hemos llegado a lavarnos los dientes con pasta dentífrica sabor a pistacho e incluso si existiera (que no sé si existe, pero no me extrañaría) limpiarnos con papel higiénico con aroma de pistacho. Y no creo para nada exagerar, ya que este fruto se ha convertido para quienes lo cultivan y lo comercializan en una mina de oro, pero no hemos de olvidar que siempre fue un alimento que por su precio no ha sido asequible para todo tipo de bolsillos. Por todo esto puedo permitirme dudar de que aquello que nos venden etiquetado como pistacho por apenas un par de euros diste mucho de serlo.
Me despido llegando a la conclusión de que la historia también sirve para mostrarnos que lo que creemos que es la última moda o el descubrimiento del siglo (como el caso del pistacho) puede que hace siete mil años ya descubrieran su existencia, pero no supieron explotarlo o tenían la bondad de no vendernos gato por liebre. Invirtiendo un poco el refrán les invito a recodar que “no es verde todo lo que reluce” y que estoy deseando que el pobre pistacho deje de estar de moda y que vuelvan a estarlo los bocadillos de pan con chocolate en las meriendas ¡Pero sin pistacho!


