Fue el 28 de octubre del año 1969 cuando las orillas de la capital gaditana y el municipio de Puerto Real quedaron unidas por la bahía de Cádiz gracias a la construcción del puente móvil José León de Carranza. Desde sus comienzos, esta construcción se convirtió en un emblema de la ingeniería española debido a los récords que batió y la utilización de técnicas que fueron pioneras en aquellos años.
Mil cuatrocientos metros de longitud lo convirtieron tras su inauguración en el puente más largo de España y la técnica de cimentación utilizada fue una de las más innovadoras de la época. Esta obra de ingeniería se construyó para permitir el crecimiento de la ciudad y evitar que para acceder a Cádiz se tuviera que seguir realizando un rodeo de unos 16 km, así como dotar de un segundo acceso a la ciudad ante posibles emergencias.
Mi madre, al igual que muchas personas que vivieron su apertura, me suele contar, a modo de anécdota, que antes de que dicha estructura se abriera al tráfico de vehículos tanto puertorrealeños como gaditanos, iniciaron una gran caminata hasta subir al centro del puente. Seguramente aquel día fue el último (y tal vez el primero) que ambas poblaciones se unieron recorriendo ese trayecto a pie por última vez, ya que hasta entonces ir a Cádiz era toda una Odisea para los puertorrealeños y les sucedía lo mismo a los gaditanos que querían trasladarse hasta La Villa de Puerto Real. Una vez abierto al tráfico y a lo largo de los años el Puente Carranza ha llegado a soportar un tráfico diario de 46.000 vehículos, intensidad que dicen ha disminuido a la mitad tras la existencia del Puente de la Constitución y que los gaditanos conocemos como el Puente La Pepa, este es la segunda conexión de Cádiz a través de la Bahía.
Si eres gaditano y vives en la provincia de Cádiz, incluso me atrevo a decir que si no vives ni tiene la suerte de haber nacido aquí (lo siento, pero es así, nacer en Cádiz es de suertudos) habrá llegado a tus oídos la noticia que ya es calificada en muchos medios como batalla cultural en Cádiz por parte del PP que gobierna la ciudad y que según dicen de la cual solo ha sido informado el Ministerio de Transporte con Óscar Puente a la cabeza. Igual, el apellido de este último señor influye en algo en la petición de cambio de nombre del puente José León de Carranza. Pero se dice que dicha iniciativa fue promulgada por una diputada de Sumar por Cádiz, y a la cual le han bastado para conseguirlo poco más de 4.000 firmas (el año pasado solo la población de la capital ascendía a ciento once mil habitantes). En Madrid, según dicen las últimas fuentes, se tiene la última palabra sobre este inesperado cambio de nombre.
Voy a recordar también que Carranza fue gobernador de la capital gaditana con Franco en el poder, lo cual no quiere decir que su mandato como alcalde fuese reprobable. De hecho, para erigir el puente sobre la Bahía, se enfrentó al régimen y a los que estaban en contra del levantamiento del viaducto. Tras pelear para que sus paisanos tuvieran una salida alternativa por tierra a la que ofrece la carretera de San Fernando, José León de carranza, murió apenas unos meses después de finalizarse las obras del puente. Personalmente, veo algo absurdo e innecesario todo este trámite, ya que considero que si todo esto se está llevando a cabo no es más que por politiqueo y por el afán de algunos y algunas de colgarse medallas (nada más propio de Franco y del régimen franquista que colgarse medallitas en el uniforme de gala).
Por otro lado, de sobra es sabido que normalmente cuando el ciudadano de a pie se entera de estas gestiones es porque en la mayoría de los casos ya está todo más que decidido, aunque nos pretendan hacer ver que no es así. En tal caso y como las decisiones tomadas son difíciles de parar también tengo que dar mi conformidad con el nuevo nombre con el que se bautizaría por el momento el puente, “Puente Rafael Alberti”, aunque como ya dije no veo necesario un nuevo bautismo, sí que me parecerá un acierto este nombre si es que finalmente es elegido el del poeta gaditano.
Nunca llueve a gusto de todos y la viuda de Alberti expresa su malestar en caso de que tal hecho se haga realidad, ya que considera que este cambio será motivo de confrontación entre los gaditanos y no le gustaría que el nombre de su esposo se vea envuelto en tal polémica. Si mi marido fuera un reconocido poeta, yo no cabría en mí misma y consideraría todo un honor y un acto de honra a su memoria el que una construcción tan emblemática y significativa para los habitantes de Cádiz llevara su nombre. Aunque igual esta señora, lo que quiere lograr con su devastadora opinión es que hablen de ella y dejar de estar un poco a la sombra.
Como se suele decir, “Dios le da pan a quien no tiene boca”. No considero que la figura del poeta esté salpicada por esta decisión y creo más bien, que la controversia entre los ciudadanos se centra en el hecho de tener que cambiar de nombre al puente después de tantos años; algunos pensamos que por rebautizar las cosas o eliminar los símbolos de la dictadura no va a cambiar el pasado, más bien con estas acciones se está ayudando a olvidar una parte de la historia que para bien o para mal cambió el curso de los acontecimientos en nuestro país y no solo en Cádiz. Otros a los cuales considero idealistas radicales por lo visto les escuece los ojos al ver una estatua de piedra o una placa colgada en una calle que, por no hacer ningún efecto o daño a nadie, ni siquiera sirven en la mayoría de los casos para que nos interesemos en nuestro pasado, que es uno de los motivos por los cuales dichos monumentos a personajes, batallas y hechos en su día se llevaron a cabo en la capital gaditana.
Finalizo reiterándome en que me parece absurdo la retirada de cualquier monumento histórico que nos haga mirar hacia atrás. ¡Cuánta falta nos hace volver la vista atrás! No viví el gobierno de Franco, pero sí llegué a tiempo por edad y tuve no uno, sino varios libros de historia a lo largo de mi etapa de estudiante. Estoy en contra de toda dictadura, pero también lo estoy en cuanto se refiere a perder el tiempo en tomar decisiones que no cambiarán nada. A favor de que las huellas del pasado se queden con nosotros para guiarnos hacia un mejor futuro. Encantada si llegara el caso de tener un puente llamado Rafael Alberti, tal vez así la población analfabeta, aquellos que ni estudian ni trabaja, usen al menos por una vez en la vida internet para averiguar quién era el señor Alberti y ¡Se imaginan que pasaría si al menos a un dos por ciento de ellos les diera por leer su obra! Me quedo imaginando qué sucederá si, con respecto a todo este asunto, se tome la decisión acertada y sobre todo deseando que se llame como se llame, el puente de los gaditanos sea un símbolo de unión para todos y que al ser posible con él sigan recortándose distancias que se alargaron demasiado. “Cruzar un puente es una metáfora de dejar atrás el pasado y avanzar hacia el futuro”, y creo que poco más se ha de decir al respecto.


