Una piedra en el zapato

La falta de vergüenza, el cinismo llevado a niveles estratosféricos es el espectáculo frecuente en el teatrillo del poder

24 de noviembre de 2025 a las 09:20h
Santos Cerdán, en un acto del PSOE.
Santos Cerdán, en un acto del PSOE.

La corrupción política es una auténtica piedra en el zapato, pero no de un zapato cualquiera, el zapato de un gigante de esos que describe la mitología griega, capaces de aplastar ciudades enteras con su pisada.

Esa piedra inmensa es imposible de ocultar, se desborda por los cuatro costados y ningún grupo político está exento absolutamente de ese error, fallo, delito. Depende de los casos, ¿penoso, verdad?

Lamentable, pero cierto; es importante que miremos la realidad que nos rodea con cristales limpios y aumentados.

Sería provechoso y muy ilustrativo hacer un recuento de todas las personalidades con poder o altos cargos administrativos en todos los ámbitos del estado que han sido enjuiciados, condenados. Nombres y apellidos, época de mandato, pertenencia partidaria, si han devuelto o no el dinero o la comisión consiguiente desde el nacimiento de la democracia hasta hoy.

Si se hicieran públicos los resultados, la ciudadanía en pleno caería infartada, amén de no acudir nunca más a votar. Pero no hay peligro, la política se ha convertido en un gran culebrón publicitario, donde los responsables no cesan de colocarse medallas en el pecho al tiempo que tiran basura al contrincante: “y tú más”.

Hace años en el Ayuntamiento de Barcelona, Joan Maragall confesó en voz alta que cobraban el 3% de comisión (como mínimo) a las empresas constructoras. El revuelo duró poco porque estamos lamentablemente acostumbrados a que la carrera política esté plagada de Lazarillos de Tormes a lo grande, como si fuera un sello de identidad español. ¿Es irremediable? Definitivamente no. Se podría imitar a países del entorno europeo donde aún hay un poco más de dignidad, de sentido del deber, de vergüenza.

La falta de vergüenza, el cinismo llevado a niveles estratosféricos es el espectáculo frecuente en el teatrillo del poder.

Tal vez esos países poseen mecanismos preventivos como hacer un examen previo de cada cargo sobre Historia, Geografía, Geopolítica y la Constitución del país y la Europea. Quizá indagan en su prontuario si el interfecto ha delinquido o está vinculado a grupos ilegales. Tal vez realizan controles de alcoholemia y de drogas a la manera de los aeropuertos.

Esta última iniciativa sería muy interesante, porque a veces tenemos que padecer discursos que parecen más producto de un delirio paranoico (con disculpas a estos pacientes) o de una fantasía mesiánica.

Confieso que este artículo es un pataleo, como el de muchas voces en las redes, en las pancartas de las manifestaciones. Estos gestos, más o menos importantes, demuestran solo una cosa: la inmensa voluntad de quitarnos esa gran piedra del zapato.

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