Peligro: ciclistas locos por toda la ciudad

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

Dos ciclistas circulan por el carril bici de Jerez, a la altura de la avenida de la Paz.
Dos ciclistas circulan por el carril bici de Jerez, a la altura de la avenida de la Paz.

Los jerezanos sufrimos las cosas a nuestra manera. Nuestra tasa de paro emocionaría a Spielberg; nuestros tres últimos alcaldes han hecho visitas guiadas a los juzgados o han logrado hospedaje de larga duración en un complejo hotelero próximo a Rota; cada vez más familias necesitan de ayudas sociales. Entre otros asuntos poco dignos de chanza, Jerez no pasa por unos años dorados.

Pero hay otros problemas que, pese a ser aparentemente más livianos e irrelevantes, elevan el clamor popular y parecen activar los resortes jerezanos para la indignación y la protesta. En los últimos meses, por ejemplo, varios asuntos han generados airadas quejas: la solicitud de quitar la estrella de Valentino Rossi de la avenida Álvaro Domecq, después de que el piloto italiano le hiciese una indigna jugarreta a Marc Márquez; 1.600 y pico firmas se recogieron para que ese homenaje fuese retirado. Un problema de los gordos, ya ven. También causó revuelo la austera iluminación navideña de nuestras calles; estando la cosa tan boyante, que menos que Jerez tuviese una iluminación semejante a la del Strip de Las Vegas. Otro problema de narices, no vaya a ser que digan que no estamos para tirar la casa por la ventana.

Y aquí viene otro de los grandes problemas: el polémico carril bici. Después de unas obras que han destacado por su pulcritud, por no haber generado molestias, por su respeto al medio ambiente, por su casi perfección (la perfección dicen que no existe) y por haber convertido en héroes de la construcción a Pepe Gotera y Otilio. Parecía ser que los jerezanos y jerezanas tenían un extenso trazado a su disposición para circular con sus bicicletas, sin molestar ni ser molestados. Pero del dicho al hecho, hay un buen trecho. Jerez es la ciudad del caballo, la ciudad del vino, la ciudad de las motos, la ciudad del flamenco. Pero dista de ser, visto lo visto, la ciudad de la bicicleta.

Un número significativo de peatones, solo hay que verlo dando un paseo por nuestras calles, parecen sufrir una fuerte tendencia a actuar como bicicletas humanas. Casi por inercia, van caminando por el carril bici, independientemente de que haya ciclistas haciendo uso de él o no. En algunos casos, viene a ser comprensible e incluso inevitable; en ciertos puntos de la ciudad, por ejemplo la curva de la bodega González Byass con la Cuesta de la Chaparra, toda la acera está ocupada por el carril bici. Todo por obra y gracia, insisto, de la magnífica construcción del citado carril, que deja como simples chapuzas a la Gran Muralla China o a las pirámides de Egipto.

Pero en otros casos cuesta comprender ese afán de ir de bicicleta por la vida. Habiendo calles amplias y siendo buena la delimitación entre la acera ordinaria y el carril bici (color del pavimento o señales evidentes de que es para ciclistas), son demasiados los peatones (lo veo a diario por mi proximidad con uno de ellos) que siguen sintiendo la imperiosa necesidad de caminar por ellos. ¿Ignoran que están caminando por un carril destinado a bicicletas? ¿Les es indiferente? ¿No saben por dónde caminan? Ni Iker Jiménez podría responder a semejantes interrogantes.

Y lo más gracioso no es eso. He sido testigo (y no una vez ni dos) de cómo un ciclista ha hecho la prudente advertencia de que están ocupando el carril por el que se supone que deben circular, precisamente, los ciclistas y la reacción del peatón en cuestión ha distado en mucho de parecer una disculpa o a limitarse simplemente a apartarse de forma silenciosa. Más bien, el “niñato de la bici” fue increpado por molestar, por querer adueñarse de la calle, por ser un estorbo urbano. Todo aderezado con insultos y con modos propios de un marino del sigo XIX. ¿A qué clase de desquiciado se le puede ocurrir ir en bicicleta por un carril bici? ¿A quién?

Poniéndonos serios, no quiero decir que todos los que circulan en bicicleta por Jerez son seres de luz que merecen una medalla al buen ciudadano, ojo. La pregunta vendría a ser: ¿cuál es el punto de concordia entre ciclistas y peatones? ¿Necesitan los jerezanos un período de adaptación para respetar los carriles bici? ¿Escapará de varias mentes el concepto de que el ciclista es una especie urbana invasora?

En éste y otros aspectos, el civismo sigue siendo una asignatura pendiente para la ciudad de Jerez. Y lo sencillo que puede ser convivir y respetar, pero qué cuesta. 

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