“Trato igualitario para Pedro Pacheco”. Eso es lo único que pedía la pancarta que respaldaron la tarde del martes unas 300 personas en la calle Consistorio.
“Trato igualitario para Pedro Pacheco”. Eso es lo único que pedía la pancarta que respaldaron —respaldamos— la tarde del martes unas 300 personas en la calle Consistorio. No hubo más palabras, no hubo ningún discurso, por expreso deseo de su familia —y probablemente del propio interesado—, ya que cuando se habla se entra en el matiz, en la valoración, y se dicen más cosas que, al final, cambian y distorsionan el asunto inicial que se quería reclamar, que no es otro que reclamar “trato igualitario para Pedro Pacheco”, lo que ponía en la pancarta que sujetaron su mujer, su hijo y los más allegados. Lo único que quieren. Que tenga los mismos permisos que los demás presos, que se cuestione si la posesión de un crucifijo de madera, dos o tres libros de más y una almohada especial sea motivo para el traslado de módulo —con lo que conlleva: nuevos compañeros, nuevos funcionarios… nueva prisión—. En definitiva, la familia y los más allegados querían que quedara claro que las condenas que ha ido concatenando Pacheco y otras cuestiones que podríamos denominar políticas no eran el objeto de debate, no al menos de este debate…
Hay que resaltar que en la concentración hubo un buen número —este cronista contó hasta doce— de ex concejales andalucistas y socialistas que en su día fueron compañeros de Corporación de Pacheco, todos alejados de la política en este momento —aunque me da que uno o dos todavía tienen el gusanillo—. Solo un concejal de la Corporación actual. También había empleados municipales y exempleados, entre esos últimos había tanto jubilados como algunos que salieron en el ERE o encontraron otro sitio en la empresa privada.
Bien, como no hubo palabras públicas, hubo comentarios privados, los que intercambió gente que, en muchos casos, llevaba años sin verse, sin coincidir en ningún acto o simplemente por la calle. La situación de Pacheco, lo que le ha ocurrido hasta ahora, lo que le falta, abrió decenas de conversaciones, ante de dar paso, inevitablemente, al “bueno, ¿y tú qué?”… de muchas personas que estuvieron en primera línea de la vida municipal hasta hace ocho o diez años y que ayer decidieron que bien valía media hora de su tiempo ir a pedir, simplemente, trato igualitario para un preso que se llama Pacheco.
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