En mi grupo de amigos, desde hace un tiempo, tenemos una sana costumbre. Cada mañana, más o menos cuando cada uno se levanta para afrontar sus quehaceres diarios, nos damos los buenos días a través de mensajes en el móvil. No sería demasiado interesante si no fuera porque esos mensajes llegan desde Madrid, Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria, Dundee, Escocia, Italia, Bélgica, Alemania... Todos jerezanos y jerezanas, obligados a irse lejos de su tierra para ganarse un presente (no digamos ya un futuro) más o menos digno. Unas se fueron por convicción, otros por obligación, unas más ilusionados y otros con la cabeza alta, casi enfadados y sin querer mirar al sur.

En nuestra tierra esto es un patrimonio común, que aprendimos de nuestros abuelos y que ahora se repite, con matices diferentes, pero con la misma esencia de exilio, tristeza y resignación. Es la emigración.

Todos sabemos que en Jerez muchos jóvenes se marchan, nos despedimos en la estación de autobús y los recibimos en Navidad, nos conectamos con ellas por las redes sociales y los vemos por Skype. Y ya volverán. O no. Lo aceptamos como algo que está, se sabe, se vive y se acepta con resignación. Es algo que está en el ADN de esta tierra y no hay más que hablar.

Pues yo creo que no. Que las cosas no son porque sí o porque no, sino que tienen unas razones, unas causas y hasta unos responsables. Quizás, la emigración, este mal endémico de toda Andalucía, no sea una condena que nos llegó del cielo, sino que sea fruto de un modelo, una estructura económica planificada según los responsables políticos que hemos sufrido y que responde a unos intereses que no son los de la mayoría.

Y es que vivimos en una tierra golpeada por una reforma agraria pendiente, que hace que la propiedad de la tierra esté hoy en menos manos que en los años treinta, y por una industrialización que nunca llegó. O mejor dicho. Llegó, se subvencionó y se marchó. Una tierra que vendimos al turismo, que para ser competitivo no hace más que precarizarnos más y más y destruir nuestro patrimonio natural.

Vivimos en una ciudad donde los servicios públicos son escasos, y en la que se despiden a trescientos trabajadores del ayuntamiento. Al parecer sobraban. Pero solo los que no eran de los suyos.

Una ciudad donde se privatizan servicios rentables, y se socializan pérdidas que nosotros nunca causamos. Una ciudad acondicionada a un turismo que nunca termina de llegar, y para ello nos endeudaron hasta la médula. Con recalificaciones y megaproyectos del ladrillo incluidos.

Vivimos en una ciudad que ha apostado fuertemente por un modelo basado en el sector servicios, (mal) vendiéndonos a las grandes empresas. Una de las ciudades de España que, proporcionalmente, más metros cuadrados de centros comerciales tiene. Muchos de ellos, casi se los regaló a IKEA nuestro ayuntamiento. Eso sí, prometiendo un empleo que después se reveló, como era de esperar, como precario y temporal, a costa del empleo familiar y de pequeñas tiendas en el centro y barriadas.

Tenemos un centro al que cada día cuesta más llegar y en el que cada vez hay menos que hacer. Se ve que nuestros adolescentes están felizmente condenados a pasar los viernes por la tarde en Área Sur, cambiando plazas y bancos por Burguer Kings e Inditex. Y allí, ya se sabe, el que no puede comprar, poco o nada tiene que hacer.

Vivimos en una tierra de universidades caras, ciclos formativos de plazas más que limitadas y formación para el empleo casi inexistente… ¡¿i más dé más qué?! Una tierra de sueldos de cuatro con cincuenta la hora, en un sobre y dando las gracias. Ya no hay que quitarse la gorra cuando pasa el señorito, ahora la resignación y el miedo se llevan por dentro. Pero el señorito está, claro que está, aunque se llame McDonald o Qualytel y viva a miles de kilómetros de aquí.

Una ciudad donde la oferta cultural es escasa, maltratada por lo público y desconocida. Una ciudad en la que usar unas instalaciones públicas para cualquier iniciativa ciudadana es una odisea burocrática pero en la que para las cofradías son todas facilidades (burocráticas y económicas). Y además en cualquier época del año.

Una ciudad vendida al mejor postor. Pero resulta que el postor mejor nunca es de la mayoría. Pero todo esto y más no nos ha caído del cielo, que no nos engañen. Esto tiene culpables, con nombres, apellidos y siglas, aunque algunas traten de cambiar. PSOE, PP y Pacheco (y sus cambiantes siglas) son culpables de legislar y planificar para los intereses de unos pocos, a costa de nosotros. Han sido títeres de unos señoritos, que ahora en vez de Domecq se llaman IKEA, Inditex o Banco Santander.  Y en Jerez lo vemos en cada esquina, en cada empresa y en cada SAE.

Pero no olvidemos, ni los que se fueron ni los que aún estamos aquí, que también hay otro Jerez. Un Jerez que sabe resistir a las dificultades con alegría y que aprendió de la Mano Negra, de Ramón de Cala, de los viejos anarquistas, de las antifranquistas, de los emigrantes, de las inmigrantes... Un Jerez que mil y una vez salió a defender sus derechos, un Jerez ecologista, crítico y creador de grandes ONG. Un pueblo que ganó conflictos laborales, que acampó en la plaza del Arenal y que el sábado pasado marchó por la dignidad. Una ciudad resiliente y con un carácter tan especial, que sentirnos centro de todo, nos hace crear aquí pequeñas grandes peleas que ganar. Esa sí es mi tierra, mi gente, de la que aprendo y me enorgullezco cuando salgo de aquí.

Dicen de estos jóvenes, a los que nos ha tocado salir al mundo en plena crisis-estafa, que somos la generación más preparada o la generación perdida. No lo sé. Pero sé que estamos hartos. Hartos de despedirnos, de tener las reformas laborales metidas hasta en el corazón y de vernos obligados a elegir entre paro, precariedad o emigración. Y lo siento pero no, yo no voy a elegir.

Quizás sea yo el siguiente en tener que marchar, no lo sé. Pero sí sé que volveremos. Y quizás cuando lo hagamos no sea en son de paz. Vamos a pelear por esta tierra, por nuestra gente, por los de abajo. Nos habéis quitado mucho, cuando volvamos, lo querremos todo.

José Ignacio García es miembro de Podemos Jerez.

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