Paren rotativas: existe la posibilidad de formar Gobierno sin la extrema derecha en Andalucía

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

Susana Díaz y Teresa Rodríguez, ¿unidas contra la ultraderecha?
Susana Díaz y Teresa Rodríguez, ¿unidas contra la ultraderecha?

En los tiempos de Juego de Tronos, la serie de televisión en la que las dinastías medievales se hacen con el poder a través de luchas violentas, existe otro modelo de gestión del poder que también tiene su traslación en una serie de televisión: Borgen.

Esta serie danesa, protagonizada por un personaje cautivador que demuestra que existen formas no medievales de ejercer el poder, tendría que ser la referencia de la nueva política en un tiempo donde la ciudadanía ha decidido tirar abajo el régimen bipartidista y llenar los parlamentos de pluralismo.

Birgitte Nyborg, el personaje protagonizado por la actriz Sidse Babett, es elegida primera ministra de Dinamarca con los votos de su propio partido, Los Verdes y los laboristas, a pesar de ser la candidata de la formación que quedó en tercera posición, por detrás incluso de los laboristas.

De este modo, se conforma un Gobierno plural por las tres fuerzas políticas. Negocian, dialogan y ceden para sacar adelante cada ley. Muchas veces las tres fuerzas gubernamentales presentan las mismas iniciativas parlamentarias y éstas salen adelante. En otras ocasiones, el ejercicio parlamentario derrota a la primera ministra sacando leyes que no son votadas por los diputados de su partido. No es ni más ni menos que la democracia.

Gana la democracia, el diálogo y la negociación. Frente al modelo de todo o nada de Juego de Tronos, en Borgen ganan la audacia y la capacidad de persuadir al resto de actores políticos. Juego de Tronos es una serie medieval, mientras Borgen es la traslación de la realidad política que vive Europa y que en Andalucía se ha retorcido un poco más con la entrada en el Parlamento de la extrema derecha.

A diferencia del Parlamento danés, en el que está ambientada la serie Borgen, el Parlamento andaluz es real y tiene presencia una fuerza claramente antidemocrática, algo que debería activar todas las alarmas de los partidos que se dicen democráticos. El único y urgente objetivo que tendría que tener ahora mismo una fuerza política democrática sería cortarle el paso a un partido que alimenta el odio contra las mujeres, las personas LGTB, los migrantes y los trabajadores y trabajadoras que peores condiciones materiales de vida tienen.

PSOE y Adelante Andalucía, como espacios que con todas sus diferencias y matices han recibido los votos del pueblo andaluz progresista, están obligados a encontrar una alternativa que impida por todos los medios que la extrema derecha meta sus manos en la Junta de Andalucía. De no ser así, la historia los juzgará por su absoluta irresponsabilidad y pensar más en lo interno que en los ciudadanos.

Para ello, sería necesario que ambas formaciones aparquen sus legítimos intereses partidistas. Nada es ahora más importante que impedir que Vox introduzca sus políticas de odio en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía.

Y para ello, hay, al menos, dos movimientos posibles que PSOE y Adelante Andalucía deberían acordar, una vez enterrado el hacha de guerra entre ambas formaciones que siguen dándose la espalda como si el 2 de diciembre nada hubiera cambiado en Andalucía.

Una posibilidad es que el PSOE asuma que Susana Díaz ha sido derrotada y presente a la investidura a otro candidato o candidata socialista que podría ser apoyado por Adelante Andalucía y ofrecerle después a Ciudadanos que participe activamente en esa coalición de demócratas frente a la amenaza real de la extrema derecha.

Otra, que PSOE y Adelante Andalucía ofrezcan sus 50 escaños a un candidato de Ciudadanos a cambio de introducir medidas de corte social y de regeneración democrática en un gobierno de concentración o formado solamente por miembros de la formación naranja con la participación externa de los otros dos actores. Si ninguna de estas dos propuestas sale adelante, Ciudadanos quedará retratada y alejada del centro al que dicen políticamente pertenecer.

Llegar a acuerdos sobre aquello en lo que se está de acuerdo. Algo tan básico que hemos olvidado de tanto tuitear. Claro que Ciudadanos no es de izquierdas y que está muy lejos de Adelante Andalucía, pero es que la política es la diferencia entre los discursos de campaña y lo que vota la ciudadanía en las urnas.

Para que estas propuestas sean viables, es necesario que las formaciones políticas dejen de gestionar antipatías personales y estrategias cortoplacistas, pensando en las próximas elecciones más que en el sufrimiento que provocará que una formación como Vox, hermanada con los partidos neofascistas de la UE y Donald Trump, tenga capacidad de influencia en las políticas públicas de una comunidad autónoma de 8,5 millones de habitantes.

El pleno de investidura será, casi con total probabilidad, el 16 de enero y es posible formar Gobierno sin el concurso de Vox. Habrá quienes afirmen que sería una incoherencia que Adelante Andalucía pactase con Ciudadanos, como si la política fuera una realidad inamovible, como los pasajes bíblicos, y no la gestión de la vida, que es cambiante, flexible, inesperada, sorprendente y dinámica. La coherencia es un valor religioso, no político.

Nada sería más coherente para una formación progresista que hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que un partido de extrema derecha, que representa el señuelo del pasado más trágico de nuestro país y la ideología que hizo añicos Europa el siglo pasado, tenga capacidad de influencia para atacar a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad desde el Gobierno andaluz. Aún hay tiempo, pero no mucho.

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