Luis Medina, uno de los comisionistas.
Luis Medina, uno de los comisionistas.

El poeta José Martí empieza su poema Banquete de tiranos escribiendo: "Hay una raza vil de hombres tenaces de sí propios inflados y hechos todos, del pelo al pie, de garra y diente". Una raza de parásitos cuyo único afán es chuparle la sangre a todo el mundo y que proliferan en los aledaños del poder buscando el menor resquicio para sacar tajada del dinero público. Buenos para nada que no sea aprovechar que están "al lado de" para enriquecerse sin dar un palo al agua. Es lo que han hecho los dos comisionistas de las mascarillas compradas por el ayuntamiento de Madrid cuando más trágica era la situación de la pandemia de covid.

Por hacer dos llamadas de teléfono, estos dos comisionistas de Madrid (Madrid está plagada de esa especie) se han llevado cinco millones de euros que debían haber servido para evitar contagios de covid. En este caso han esgrimido el aval de su alta cuna, el pedigrí que les precede. Son hijos, nietos, maridos de. Lucen apellidos compuestos y gomina en el pelo. Lo mejor de cada casa. Duque de Feria, Nati Abascal. Trabajan como nadie el canapé, la alta costura, el bronceado, el brillo del Rolex en la pulsera y el yate en Puerto Banús con pabellón de España en lo más alto del palo mayor. Frecuentan las páginas de papel "couché" de las revistas del corazón y los programas rosas de la tele. Con gran regocijo del público, todo hay que decirlo. Porque sin ese público que les sigue y aplaude entusiasmado no serían nadie. Como no serían nadie sin ocupar un lugar privilegiado "al lado de".

Y ahí es donde acaba el problema de ellos y empieza el nuestro. Nos importa poco que se bronceen cuanto quieran, compren porsches último modelo o coleccionen decenas de relojes carísimos sin dar un palo al agua. Nos importa un bledo que estén abonados a la prensa rosa. O que compongan lazos con la bandera rojigualda hasta en la cuchara con la que comen. Lo que no podemos tolerar es que estén "al lado de" quien gestiona el dinero de todos. Porque al lado no están únicamente para hacer bonito. Ahí la culpa deja de ser sólo del parásito y pasa a afectar también a quien se deja parasitar. Si para que exista el delito de cohecho tiene que haber quien dé y quien tome, para que el parásito chupe tiene que haber quien le deje chupar.

La parasitosis política es un mal tremendamente extendido, no sólo en este país. El parásito se pega al poder porque "es de los nuestros", abre puertas de lugares influyentes o acarrea dinero para el partido, dinero que a su vez sirve para hacer campañas que permiten seguir en el poder. Hay parásitos con pedigrí, finos, elegantes, y parásitos garrulos. Elegantes y garrulos zumban por igual como mosquitos en noche de agosto. Conoceréis al parásito no por el estilo fino o tosco que maneje, sino porque va siempre "al lado de". Es el arte que mejor interpreta, pero también el zumbido que le delata.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído