La parálisis de Moreno Bonilla

Meses y meses deshojando Andalucía, manteniendo a una comunidad entera paralizada, a la espera de un presidente más preocupado del último sondeo que de unos datos de desempleo, exclusión social y pobreza

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Politólogo y sociólogo.

Moreno Bonilla saluda a una señora, en uno de sus incontables actos en la pasada Semana Santa en Andalucía.
Moreno Bonilla saluda a una señora, en uno de sus incontables actos en la pasada Semana Santa en Andalucía.

Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos… pobrecitos y vasallos, siervos de terranientes y de chulos a caballo

Juan Carlos Aragón

Una invasión militar en Europa. La aparición de la cepa ómicron. La erupción volcánica de La Palma. Un nuevo caso de corrupción en el PP de Madrid. Y otro. Y otro más. Un cambio de liderazgo en el Partido Popular. Y una renovación en el PSOE de Andalucía. Una transformación del gobierno nacional. Elecciones en Castilla y León, con la entrada de la ultraderecha, tras más de 40 años, en un gobierno regional (sí, de las autonomías con las que decían iban a acabar). El fin de las mascarillas en exteriores. Y en interiores. Lejos de la política, el Betis ha llegado casi dos décadas después a una final de la Copa del Rey, Nadal ha vuelto a ganar un Grand Slam y Alonso ha regresado a un podio de la Fórmula 1. Incluso hemos podido disfrutar de la Semana Santa y volver a estar (casi) en cualquier sitio sin mascarillas. 

Todo esto ha pasado desde la primera vez que el Gobierno de coalición andaluz sacaba a la palestra la posibilidad de un adelanto electoral. Casi nada. Meses y meses deshojando Andalucía, manteniendo a una comunidad entera paralizada, a la espera de un presidente más preocupado del último sondeo que de unos datos de desempleo, exclusión social y pobreza para echarse a llorar. El anuncio de Moreno Bonilla de “meditar” cargando el trono de la Exaltación —en mitad de una Semana Santa donde los andaluces y las andaluzas solo deberíamos estar preocupados de coger sitio en la calle, en la playa o en la sierra— es solo la última muestra de la vanidad del líder de la derecha andaluza. 

Mientras tanto, los andaluces hemos seguido viviendo, trabajando y emigrando; cada vez más lejos, cada vez más desconectados, de dirigentes que parecen estar ubicados en un mundo diferente al nuestro, al de la gente corriente, tal y como alertaba el tristemente fallecido Peter Mair en su fascinante Gobernando el vacío: La banalización de la democracia occidental. Este distanciamiento entre política y ciudadanía ha abierto un espacio que la extrema derecha trata de ocupar a través de la mentira y el odio, mostrándose —solo en apariencia— como una alternativa rebelde pese a no ser otra cosa que los mismos caciques explotadores de siempre. 

Ante esta situación, las izquierdas deben ser capaces de superar su particular parálisis, en este caso de imaginación, dando un paso más allá de la ‘mera’ conservación y defensa de todo lo conseguido durante la democracia. Sin este salto hacia adelante solo podremos conjugar nuestro futuro en pasado, un camino que, como apunta Marina Garcés, nos conduce de manera directa hacia el precipicio de la retroutopía y el catastrofismo. Estas dos ideas, que pueden parecen muy abstractas en primera instancia, cobran forma en Andalucía. El “queremos volver a ser lo que fuimos”, recogido en nuestro himno como motor para la acción, se reconvierte en manos de Vox en aquella advertencia lanzada por Juan Carlos Aragón en aquel célebre pasodoble de Los Yesterdays: “queremos a volver lo que fuimos… pobrecitos y vasallos, siervos de terratenientes y de chulos a caballo”.

Otro -ismo, el pesimismo, puede embargar el ánimo de todos los jóvenes cuando vemos el torrente de familiares, amigos y colegas obligados a marcharse de Andalucía por no tener una mísera oportunidad de vivir en su tierra. Este es el último ingrediente del caldo de cultivo soñado por Moreno Bonilla y la señora Olona, advenedizos de la política que hacen suyo el despotismo —en su caso desilustrado— tras una legislatura plagada de sombras y con muy pocas luces. Toca pensar y actuar, con compromiso frente a la injusticia y con valentía ante la indiferencia. Estamos a tiempo de construir un horizonte comunitario, esperanzador e ilusionante con el poder de movilizar a los andaluces en junio no solo por “miedo” a Vox, sino por la fe en un proyecto totalmente alternativo al cóctel de maltrato social y exclusión étnica representado por PP y Vox. Es el momento de soñar con la Andalucía que merecemos. 

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