Como soy un poco TOC (en la jerga de mi loquero, Trastorno Obsesivo Compulsivo) he iniciado una de mis manías (en su dialecto, rituales) especialmente macabra. A saber: consiste en meterse por una calle del centro, llámese Algarve, Honda o Corredera, y contar los locales donde los negocios funcionan y aquellos otros donde cuelga el cartel de 'Se alquila' o 'Se vende'. Una de las variaciones del ritual consiste en apostar con mi pareja o algún amigo cuál de los negocios que abrieron hace unos meses continuará abierto y cuál habrá caído cual ficha de dominó o castillo de naipes (house of cards en inglés).
Ahora poniéndonos un poco serios, es triste, muy triste, comprobar cómo la mayoría de las tiendas que comenzaron a funcionar recientemente como 'quitaparos' -ya saben, el dueño cogió la indemnización por despido y se lanzó a la aventura- acaban echando el cerrojazo porque la realidad es que el centro está muy devaluado. Sin olvidar los establecimientos de toda la vida que parecían tan asentados en Jerez como, no sé, una tienda Apple en la Quinta Avenida, y al final han sufrido el mismo destino.
Yo siempre lo achaqué a la manida crisis hasta que un día paseando por Cádiz vi una realidad bien distinta, con un casco histórico que sigue siendo el epicentro de la ciudad y donde conviven nuevas firmas de todo tipo con las de toda la vida. Claro, pensé, es que aquí la única competencia que tienen es la de El Corte Inglés y no Luz Shopping, Ikea, Área Sur, Hipercor... Total, que el centro de Jerez está para salir corriendo.
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