Para el viajero solitario

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Viajar solo no es algo para todo el mundo; de eso me di cuenta bien pronto.

Viajar solo no es algo para todo el mundo; de eso me di cuenta bien pronto. No cualquiera sería capaz de aguantar siquiera dos o tres días sin más compañía e interacción que la que te proporcionan los que te atienden en cafés, bares y taquillas de metro, meras transacciones. Depende del tipo de solitario que seas, por supuesto; tengo una amiga que viaja sola precisamente para conocer gente y mezclarse sin problemas tanto con gente local como con viajeros como ella. Lo lleva haciendo desde muy joven y es una maestra en el arte de establecer conversaciones en dormitorios de hostal colectivos, pero tampoco tiene problema con la soledad.

Pero no es mi caso. Entiendo el viajar sola como algo que verdaderamente hago sola; no me gusta dormir en habitaciones multitudinarias después de un largo día de caminatas y tampoco me resulta fácil fiarme a simple vista de las personas que conozco, especialmente si no tengo a nadie a mi lado. Sin embargo, hay unos cuantos rasgos en los que todos los que hemos probado el viaje solitario coincidimos: tienes que ser independiente, que no te dé el menor reparo tomar una cerveza solo o pasar horas sentado en una mesa individual ante un café, un libro y un mapa. Sin móvil siquiera, si como el mío el tuyo se rebela al roaming. Tampoco todos los sitios son para ir solo, por supuesto.

En mi escasa experiencia como viajera solitaria, reuní, más bien para mí misma y mis próximas oportunidades, una serie de consejos para el viaje, algunos tan estúpidos como planear tu ruta y hacer capturas de pantalla de la misma, para cuando te falte la cobertura (como fue mi caso durante todo el viaje) y otros tan simples como reducir el equipaje a la mínima expresión, ir al baño siempre que puedas o fiarte de los bares y cafés con una mayor clientela local en su interior. Y aquí voy a romper una lanza en favor de las cadenas: cuando llegas a tu destino a una hora que no es a la que acostumbran comer los locales, cuando no quieres gastar una cantidad desproporcionada en un café... te salvarán la vida, pues sabes lo que hay, lo que cuesta y que siempre hay gente sola en sus establecimientos.

Pero sobre todo aprendí una cosa. Piensa que vas a pasar mucho tiempo sin más compañía que tú mismo y lo que hayas llevado contigo: música, mapas, cuadernos, libros... éstos últimos sobre todo. Ya lo dijo Paul Théroux, así que no es nada nuevo; nunca lleves contigo un libro que hable del sitio al que viajas, o que transcurra en él. No me preguntes por qué, pero lo he comprobado y es así. Consejos estúpidos aparte, se trata de disfrutar. Planea, pero piérdete. No te obsesiones con la ruta marcada; deja espacio a la improvisación. Puedes perderte; el viaje, y más si vas solo, es para eso.

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