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Conocí a Pedro Pacheco hace mucho tiempo, como abogado muy joven, en movimientos políticos clandestinos, no coincidimos en ninguna asociación ni partido pero sí en muchos actos y acciones de aquellos tiempos, era lo habitual. Más tarde en la segunda legislatura municipal me llamó para formar parte de su lista electoral más exitosa, como independiente, junto a cuatro compañeros más provenientes del mundo vecinal o sindical. Sólo duramos seis meses como miembros de su equipo de gobierno y mi salida, junto con tres de los otros independientes, fue tremenda, el enfrentamiento fue duro, muy duro, y se alargó hasta muchos años después.

Al cabo del tiempo, estuve fuera por razones profesionales algunos años. Cuando nos encontrábamos por la calle, o en algún acto festivo, nos relacionábamos con cortesía y seguimos haciéndolo así. Pero vayamos al grano, Pedro Pacheco desde el principio, ejerció la política de una forma muy peculiar, personalista, opaca, populista y clientelar. Esto, unido a una forma muy efectiva de manejar los medios de comunicación, con enfrentamientos que le daban una imagen prepotente y eficaz, le proporcionó durante décadas un amplio apoyo popular. Llegó a tener la llave de gobierno de la Junta de Andalucía y a sentarse en el Parlamento Europeo.

Pero esa forma de hacer política no solo le proporcionaba una popularidad inaudita, también le granjeaba envidias y enemigos, de igual manera que una troupe de amistades interesadas le rodeaban de agasajos, regalos y alabanzas, o incluso alguno le acompañaba a correr por las mañanas y le servía de guardaespaldas en su vida cotidiana. Otros, buscaban en sus fallos lo que no conseguían en las urnas, los rumorosos lo tenían claro, blanco y en botella…,

Hablaban de implicación en negocios surgidos de su actividad municipal, manejos sucios e incluso enriquecimiento personal, su altanera forma de ser, su constante coqueteo con la clase pudiente jerezana y con los sectores acaparadores y especuladores, su opacidad, su clientelismo y oportunismo político alimentaban aún mas ése tipo de especulaciones, pero nunca nadie ha podido demostrar que hubiera algo de cierto en aquellos rumores. Ahora es algo más, ahora un tribunal lo ha encontrado culpable de un delito y lo ha condenado a cinco años de cárcel, y además le quedan otros dos juicios.

Y se han desatado entonces las discusiones de todo tipo. Como siempre Pacheco levanta pasiones, unas defensas numantinas, algunas de estómagos agradecidos, que los hay y muchos, otras que en un arranque de añoranza, ven un ejemplo de eficacia en la era Pacheco, y sobre todo ante el desastre de la actuación de las dos alcaldesas que hemos sufrido en Jerez, (aunque se olvida con frecuencia que las dos gobernaron también gracias a pactos con Pacheco, así que también tiene mucha responsabilidad en sus actuaciones) y también hay alegrías sonrojantes, de quienes no habiendo podido vencerle en las urnas o encontrado algo que le destruyera, ven colmada su sed de venganza. Hay también quien ve en este asunto el ocaso del paradigma de una época y por tanto se alegra de un ejemplarizante castigo a uno de sus más típicos representantes. Todo lo que hace Pacheco suscita mucha controversia y acalorados enfrentamientos.

 

Que la Justicia española está mal no es algo que yo vaya a descubrir, cualquiera es consciente de las arbitrariedades que se cometen a diario y como actúa la justicia. Como botón se puede citar como varios centenares de sindicalistas se enfrentan a peticiones de hasta tres años de cárcel por acudir a una manifestación legal y como varios narcotraficantes se han puesto en libertad por una caprichosa actuación del ex ministro de Justicia, al que por cierto también se acusa de actuaciones impropias de su cargo como esconder a su hijo de la policía o dar indultos a amigos.

Que el poder politico maneja la Justicia tampoco es nada nuevo, basta leer un poco del caso Pujol o de la inhabilitación de Garzón y Elpidio Silva por “tocar” los altos círculos de poder ligados al partido del gobierno. Y por último citar a Tácito, “cuanto más corrompida está una Nación más se multiplican sus leyes”, lo que la hace profundamente injusta, cuanto más leyes hay, más posibilidades tienes de que un costoso equipo de abogados te libere de su cumplimiento: recordemos la doctrina Botín. Una legislación intrincada y vasta hace más posible que a alguien que no tenga tantos recursos le procesen y encarcelen por lo más nimio.

Y ya para colmo está  el tema incomprensible en un estado de derecho de los indultos, un arbitrario procedimiento que nos acerca más a la oscura época medieval que a una sociedad bajo el imperio de la ley. 

Por todo ello creo que la condena a Pacheco ha sido un despropósito más de la Justicia española, no la sentencia, en la que nada se puede oponer porque son hechos probados y ésta califica al ex-alcalde de delincuente, sino por la cantidad de años a los que ha sido condenado, en clara contraposición con otros muchos casos mucho más graves y que no han tenido el mismo resultado para los condenados. Parece como si el poder judicial hubiese decidido hacerle pagar por su frase más famosa, “la justicia es un cachondeo”; o peor, hacer ver a los ciudadanos que la justicia se está endureciendo con el poder político mientras por otro lado dejan paseando aún por la calle a miles de corruptos y se liberan de cualquier castigo a los responsables del mayor desastre social de la historia de España.

Pero sobre todo, esto debe hacer reflexionar a nuestra clase política de la forma en que se gobierna en las instituciones, la falta de transparencia y control son proclives a este tipo de excesos. Es momento ya de abrir las instituciones y generalizar su control, es hora de cambiar la justicia y que no pueda ser manipulada por intereses partidistas o personales, es hora de reclamar un verdadero Estado de Derecho.

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