Pablo nuestro que estás en los cielos

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Asaltar los cielos ha sido desde hace meses el oscuro objeto de deseo de Pablo Manuel y sus adeptos.

Asaltar los cielos ha sido desde hace meses el oscuro objeto de deseo de Pablo Manuel y sus adeptos y para ello no han reparado en ningún momento en bajar a los infiernos de la vieja socialdemocracia como si de personajes escapados de La Divina Comedia, de Dante, se tratara. La vocación okupa del partido morado, personificada sobremanera en su líder, se ha mostrado especialmente beligerante con el espacio socialista ocupado tradicional e históricamente por el Partido Socialista. En sus primeros momentos esa estrategia se disfrazaba bajo el manto de la transversalidad que tenía en Errejón su máximo estandarte al tiempo que autor intelectual pero el fiasco del resultado electoral del 20D que defraudó y casi traumatizó al Gran Maestro hizo que desde la misma noche electoral Iglesias pusiera en marcha el plan B, lo que Monereo, el ideólogo rescatado de las cloacas del anguitismo, definiera en un ejercicio extraordinario de “biología política”, como la especie del “gen mutante”, denominación de una nueva estrategia que muchos no terminaban de entender en sus propios términos  pero que en definitiva no era otra cosa que el anuncio del viaje al mundo de las posiciones políticas que Iglesias pensaba realizar en los ochenta días que nos separaban de esta nueva convocatoria electoral en una novedosa reencarnación de Phileas Fogg, el personaje central de la novela de Verne.

Un viaje en el que unas veces ha llegado a negar hasta las ideologías emulando el pensamiento de aquel ensayista y ministro franquista, Gonzalo Fernández de la Mora, que planteara principios muy similares en su Crepúsculo de las ideologías, aunque uno y otro hubieran partido de posiciones políticas muy distantes para terminar formulando conclusiones muy cercanas. Y en los inicios de esta campaña electoral Pablo Manuel parece haber encontrado por ahora parada y fonda en la estación de la “nueva socialdemocracia” que parece ser el ático desde donde asaltar con más facilidad ese cielo electoral que añora desde sus tiempos de líder estudiantil en Somosaguas, un ático que a tenor de la variedad de sus ocupantes los más atrevidos han definido como el camarote de los hermanos Marx en versión confluencias.

Pero dejemos a Iglesias en su particular viaje electoral por las distintas formas de pensamiento político de la mano del gen mutante de la coalición y sus confluencias que le ha convertido en la estrella de los argumentarios del Partido Popular que ha encontrado en Iglesias y su proyecto político una especie de amigo invisible que está a punto de regalarles una nueva legislatura de gobierno.

En Génova no saben cómo agradecer su desinteresada colaboración para con la estrategia electoral de Mariano Rajoy, un presidente capaz de emocionarse con la simple contemplación de un campo de alcachofas como si de los frescos de la Capilla Sixtina se tratara. Escuchando sus palabras uno puede llegar a pensar que a este hombre que nos preside le importaran más los corazones de alcachofas que los de los miles de españoles a los que sus políticas se lo han dejado partio como en la canción de Alejandro Sanz. Y es que empieza a ser preocupante la visión gastronómica de la política de este presidente que una semana se emociona con los jamones y embutidos de una fábrica de ibéricos en Jerez y a la siguiente con las alcachofas de la Rioja. De seguir así muero por saber que sentimiento se puede apoderar de él cuando visite Canarias.

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