Al otro lado de Gaza

El sionismo actual es un pensamiento único al que también se adhieren personas que no son judías, como Trump

Una concentración por Palestina en Sevilla.
19 de agosto de 2025 a las 18:46h

Netanyahu y su gobierno no quieren testigos de sus atrocidades. Ya han muerto al menos 238 periodistas en la Franja de Gaza desde octubre de 2023, más que en las grandes guerras del siglo XX y del presente siglo juntas. Unos han sucumbido en bombardeos y ataques del ejército israelí, otros han sido asesinados directamente, como todo el equipo de la cadena panárabe Al Yazira. Estaban en una carpa para periodistas al lado del hospital de Al Shifa. Fue un asesinato a tiro hecho. 

Tampoco quieren disidencia interna. Decía Yanis Varoufakis en una conversación con Frank Barat en octubre de 2024: “Estoy en contacto permanente con gente de Israel, judíos israelíes, que temen por sus vidas porque abogan por el fin del genocidio. Ni siquiera pueden decir la palabra genocidio sin ser amenazados, perder el trabajo, recibir palizas, ser detenidos, etcétera”. Imagino que en gran medida, casi un año después, seguirá siendo así. Para mantenerse en el poder, Netanyahu necesita un control férreo. 

Pero se le escapan de las manos algunos. No todos por el mismo motivo, ni siquiera porque estén a favor del pueblo palestino, ni mucho menos de Hamás. Son motivos diversos que van delatando el sinsentido de las acciones de su gobierno sionista. Porque no es lo mismo ser judío que ser sionista. Ser judio es una creencia, una opción ética o vital amplia y diversa y el sionismo es una ideología.  

El sionismo actual es un pensamiento único al que también se adhieren personas que no son judías, como Trump. Esta ideología llega al extremismo de querer instaurar el Gran Israel, que abarcaría el territorio que tuvo el reino de Israel según la Biblia hebrea, la tierra prometida del Antiguo Testamento. Esto incluye el territorio de Gaza y Cisjordania, parte de Jordania y Egipto e incluso territorio libanés y sirio. Ya lo dijo Netanyahu hace una semana, esas son sus intenciones. Y el ministro de Finanzas, Smotrich, en su anuncio de la construcción de más de 3.000 viviendas que ampliará un asentamiento de colonos israelíes: "Esto es el sionismo en su máxima expresión: construir, asentar y fortalecer nuestra soberanía en la Tierra de Israel".  

Se le escapa a Netanyahu la parte de la población israelí que lleva manifestándose todos los domingos, desde hace más de un año, para que acepte un acuerdo y vuelvan los rehenes. Y se manifiestan miles, decenas de miles y hasta cientos de miles de personas. Un millón este fin de semana en todo Israel (el 10% de su población) salió a las calles contra su plan de arrasar Ciudad de Gaza y a favor de un acuerdo que permita la liberación de los rehenes. Esta manifestación fue el culmen de una jornada de huelga general a la que se unieron organizaciones, sindicatos, universidades y unas 75 autoridades locales, incluido el alcalde de Tel Aviv. Días antes, un grupo de activistas interrumpió uno de los programas de mayor audiencia de la televisión para pedir la paz en Gaza. 

Al otro lado de Gaza algo se mueve. Cada vez más ciudadanos israelíes se cuestionan muy seriamente si Netanyahu y su gobierno tienen interés en el regreso de los rehenes y concluyen que no, que les importa más el exterminio que traerlos de vuelta y a Netanyahu, además, mantenerse en el poder para no ser juzgado por corrupción. Los hay que tampoco quieren más soldados muertos y heridos (el número de bajas del ejército israelí es un secreto bien guardado), y los que no confunden defender su país con asesinar niños y matar a la población de hambre. Otros añaden que su gobierno está conduciendo al país a la ruina económica y moral. 

Una mínima esperanza me lleva a mirar estos pequeños detalles, por si cada uno un poco contribuye al desmoronamiento de Netanyahu y su gobierno. No hace mucho fue destituido el jefe del Ejercito, por discrepancias con Netanyahu, y sustituido por el actual, que expresó su disconformidad con la toma de Ciudad de Gaza y parte de la zona central. Una disconformidad meramente militar: el ejército está agotado, el armamento necesita revisión, no hay soldados suficientes, habría que llamar a filas a los reservistas, unos 300.000 (en un país con menos de diez millones de habitantes eso supone un caos económico). Además, expresó su preocupación por el riesgo que supondría para la vida de los rehenes (sabe bien como se las gasta su ejército). 

Otra pugna interna que libra Netanyahu pasa por quitar de en medio a la fiscal general, que lo juzga junto a algunos de sus colaboradores por corrupción. En este juicio pendiente pueden salir asuntos económicos muy turbios que implican a Israel, Qatar y Hamás. Ya ha intentado varias maniobras para cesarla de su puesto, aún está en ello, pero puede que le cueste, pues, aparte de las leyes que impiden hacer esto sin justificación, la fiscal general goza del aprecio profesional, del de los ciudadanos y de la clase política. De momento Netanyahu encadena excusas para no ir a declarar. 

Recuerdo un cartón colgado de la verja de la universidad de Sevilla en los días de la acampada pro-palestina: “Libradnos a los judíos del sionismo”. Y pienso en los grupos y asociaciones de judíos por la paz de Estados Unidos y Reino Unido, y las manifestaciones, concentraciones y acciones en España y muchos lugares del mundo en apoyo al pueblo palestino. También me vuelven unas palabras de Varoufakis: “Creo que los jóvenes, mujeres y hombres, que forman parte del genocidio y que ahora están en el fragor de la batalla, impulsados por la adrenalina, cuando vuelvan a Israel, en algún momento, aunque sea de permiso, pasarán noches en vela con el recuerdo de los cuerpos de los bebés que han asesinado o que fueron asesinados delante de ellos, va a perseguirlos de la misma manera que a los soldados de la guerra de Vietnam, cuando volvieron (...)”. En el dolor de ellos puede estar parte de la solución. Y en la potente resiliencia de la población gazatí. 

No es que crea que Netanyahu vaya a caer, está bien sostenido por Estados Unidos y la Unión Europea. No sé si todos estos pequeños movimientos al otro lado de Gaza importan, pero me gustaría pensar que sí y poder decir al igual que Varoufakis en aquella conversación “la mayor fuente de esperanza, la resiliencia del pueblo palestino. La solidaridad internacional y los cambios en la sociedad israelí. Porque seamos realistas, Israel está siendo destruida por las personas que la gobiernan”.  

Hoy Hamás y las facciones palestinas han aceptado una propuesta de alto el fuego presentada por Qatar y Egipto, con garantías de Estados Unidos. En Israel ya está convocada una huelga general y manifestaciones en pro de un acuerdo para el próximo fin de semana. En la Franja de Gaza es un día más de hambre, ataques y muertos. Ahora quedan por pronunciarse Netanyahu y sus secuaces.