Uno de los episodios de los sucesos de Casas Viejas.
Uno de los episodios de los sucesos de Casas Viejas.

Son 86 los que han pasado desde aquellos cinco días en los que Casas Viejas pasó del anonimato a convertirse en uno de los iconos de la contemporaneidad española. El que señala el uso por el Estado del palo, o del arma que se tercie, el instrumento preferido para resolver los problemas sociales y políticos. Tanto antes, como ahora. Este año podemos celebrar que, parece, por fin, la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) de los sucesos sea una realidad. Eso al menos creo. En cualquier caso en unos meses saldremos de dudas. Su aprobación tiene plazo de caducidad: 18 meses. Ya han pasado unos cuantos. De todas formas, con alegrarme de que la administración termine por cumplir unos deberes tantas veces retrasados, lo que en realidad me produce una enorme alegría es la iniciativa, surgida desde el IES Casas Viejas, de poner a disposición pública parte del legado de Jerome Mintz que va llegando a manos de Salustiano Gutiérrez. Un complemento a sus tradicionales actos con el alumnado: este año la realización de cinco rutas.

Recapitulemos para quien no conozca la historia. En la década de los sesenta llegó a Casas Viejas el antropólogo norteamericano Mintz que terminó por escribir Los anarquistas de Casa Viejas, la obra de referencia para quien quiera conocer no sólo los sucesos de 1933, sino también el trasfondo local y general en los que se sitúan. Durante años, Mintz generó una enorme cantidad de material escrito, sonoro, fotográfico y cinematográfico. En su mayor parte, tras su fallecimiento, está depositado en la Smithsonian, la institución norteamericana referencia mundial, entre otras cosas, del mundo antropológico. Desde hace unos meses la familia, está enviando al profesor del IES ese material. Un pastel que de, haber caído en otras manos, se hubiera convertido en un placer de iniciados, amigos y arribistas de todo género. Sin embargo, la mayor parte de lo que ha llegado se encuentran accesible en una página creada para que los alumnos del instituto la tengan como fuente de recursos que utilizar para sus trabajos y para la exposición que celebran. La XXI este año.

Mintz dejó un regalo inigualable para los casaviejeños y para cualquier persona que se quiera acercar a los diversos temas que trató. Que sea accesible con esta rapidez y facilidad es una buena muestra de que cuando se quiere, se puede.

Este año, también, se va a cumplir otro deseo largamente acariciado: la señalización de los lugares de los sucesos. Una iniciativa ligada al Aula de la Memoria Histórica de la Diputación Provincial. Me parece estupendo que, por fin, existan referencias en las calles y edificios. Inclusive en la Alameda espacio que parece reservado para la iglesia y el estado. Sin embargo, no me convence eso de que sea una “señalización turística”. La historia, y mucho más la que cuenta esos paneles, no puede convertirse en un recipiente formal, pero hueco sobre el que depositen desganadamente su vista los turistas. Mucho menos me gusta que se relacionen los sucesos de 1933 con la “Memoria Histórica”. Como bien dice la misma propaganda elaborada por el Aula su objetivo es acercar a todos los municipios de la provincia su propia historia en una época crucial como fue el golpe de estado de julio de 1936.

Recobrar la memoria y la historia de las víctimas de los golpistas y los franquistas, ninguneadas durante décadas fue el impulso que llevó a grupos de ciudadanos, desde los últimos años del siglo pasado a levantar ese movimiento que, de forma “natural”, terminó denominándose por la Memoria Histórica. Aunque, desde hace años, el término se utiliza de forma indiscriminada, pienso que no debemos perder su sentido originario y mucho menos para utilizarlo en acontecimientos represivos ocurridos durante la Segunda República. En el fondo sería poner al mismo nivel el terrorismo de los golpistas de julio de 1936 y las actuaciones de un régimen democrático. De ahí que, en su momento, consideré un profundo error, como otros de los que esperemos no tener que lamentarnos, que la Ley de Memoria Histórica de Andalucía, en su artículo 4 a), extendiera su ámbito temporal hasta abril de 1931. Un error conceptual que no hacía otra cosa que poner de manifiesto la falta de claridad sobre el tema objetivo de una ley que, por otro lado, tampoco era necesaria siempre y cuando, desde la administración, hubiera un compromiso decidido de llevar adelante políticas activas de memoria.

Sobre lo ocurrido en Casas Viejas en 1933 se puede debatir mucho: sus consecuencias políticas, las responsabilidades, el ninguneo a las víctimas y sus familias, las consecuencias hacia el pueblo y su propia actualidad. Su relación con la memoria histórica no es la represión en sí, quien la protagonizara, sino las razones por las que se produjo. En ese caso sí que se pueden establecer relaciones. Las represión de 1933 y la de 1936 tienen en común que se dirigieron para acallar, en un caso, y arrancar de raíz de en el otro, la aspiraciones de una parte del pueblo español por vivir en un mundo mejor que el que conocía. Fue su capacidad de actuación, su organización, su carácter transversal más allá del mundo estrictamente obrero, su objetivos definidos en torno a la cultura y las propuestas libertarias los que hicieron saltar las alarmas, primero en el mundo democrático burgués y, después, en la reacción española. Ésta, fiel a su tradición integrista, ultramontana y militaroide, no dudó en llevar a cabo el genocidio social que se llevó por delante no sólo al mundo obrero sino a la mayor parte del burgués.

Hoy más que nunca es preciso tener las ideas claras y no mezclar churras con merinas. Una cosa es el golpismo, el franquismo y otra, muy diferente, nos guste o no, la democracia republicana. Mezclarlas pienso que nos hace un flaco favor. Sobre todo cuando el ascenso de la extrema derecha, no sólo en los aspectos electorales y de representación institucional, les vuelve a llevar a transitar de manera abierta por los caminos del matonismo, del rencor, de los insultos, de las mentiras, de la ocupación de los espacios públicos. Hay que hacerles frente, poner pié en pared. Hoy no sirve buscar responsabilidades. No se pueden olvidar para no repetir errores, pero el momento es de cerrar el cuadro, unir fuerzas. De lo contrario mal lo llevaremos. El pueblo, sabio, que nunca ha olvidado, vuelve a contraerse, resurgen viejos miedos y retornan los silencios. Quizás sea el momento en que, por fin, el monolito de 1983 vuelva a la Alameda de Casas Viejas. Sería una buena forma de decir que aquí estamos y no os tememos.

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