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Orgullo de personas y no de sexos, pues que más somos ¿si no es amor esto?

Orgullosa, así me siento tras haber visto las noticias y las redes sociales en estos últimos días. Madrid se hacía una vez más la reina de España con colores que vestían su cuerpo y con gritos de amor libre, igualdad y respeto que la elevaban en su trono. La música amenizaba y endulzaba su coronación como majestad del colectivo LGTB en el que, independientemente de a quién se ame y cómo se ame, aumenta cada vez más con personas que no son la causa pero luchan también por ella.

Así que sí, orgullosa y contenta porque esos seis colores son el escudo, capa y bandera de personas de todas las edades, de diferentes lugares del mundo, con distintas culturas y formas de vida que, sin embargo, luchan por tener y recibir el amor que ellas quieran. Amar, simplemente, sin más. El acto que en las religiones se predica, que en las familias se enseña tiene hienas que lo devoran.

Me siento orgullosa y contenta por lo que ha pasado en Madrid, pero también por la legalización del matrimonio en Alemania el pasado viernes. Son buenas noticias que van dejando respirar, pues quitan un poco de niebla a aquellos ojos que miran al horizonte y no ven una línea divisoria, sino un cielo que necesita de una tierra y una tierra que ama a un cielo, diversos pero conjuntos en un amor igual y libre.

No obstante, según el informe Homofobia de Estado de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Intersexuales (ILGA, por sus siglas en inglés), hay 72 países en los que se criminaliza la relación sexual entre personas de igual sexo. Pero aún hay más, según este documento, actualizado en mayo de 2017, hay ocho países en los que puede dar lugar a la pena de muerte.

La voz de esos países me golpea, los gritos de permitir la pena de muerte por amor, me mata a mí también. Aquí, aún nos queda mucho por hacer, pero podemos izar la bandera de la libertad y de los colores bonitos: podemos llenar nuestro alma con el rojo de la pasión, podemos bebernos el naranja como un refrigerio de diversidad y mentes abiertas, la franja amarilla nos aporta la luz del sol y de un nuevo día, el verde derrocha esperanza aquí y allí, el azul nos hace ver que el cielo es de todos y que, por tanto, todos deberíamos de luchar por los derechos LGTB y, por último, el morado nos invita a sacar nuestro yo interno, a aceptarnos a nosotros mismos.

No sé ponerle fin a este artículo porque creo que lo que diga a partir de ahora será justificar lo ya escrito en las líneas anteriores. Por eso, prefiero dejar un pequeño texto a modo de ensayo que escribí hace justo un año, donde la rabia del momento debida a las quejas contra una marquesina sevillana en la que aparecían dos hombres dándose un beso, me hizo ver que España seguía atrasada y estancada. Tal vez será por eso que hoy, 365 días después, al haber visto en Madrid al duende de la libertad, yo me sienta orgullosa. Todo vuestro:

En el amor, importa el sexo, no los sexos

Si no es amor que se levanten las baldosas del suelo, que quien no pueda dormir grite pa’ fuera y pa’ dentro, que explote de emociones y sentimientos pues hoy lo dice hasta el viento, quien camina despacito dejando respirar en cada intento.

Si no es amor que reviente el tiempo, que cura heridas y malos momentos. Orgullo de personas y no de sexos, pues que más somos ¿si no es amor esto? Que se levante el alma, ganadora de pulsos intensos, miradas entrecruzadas y exaltación de lo que es nuestro.

Que se levante el mundo, que te levantes, que no te quedes en leer versos. Abre la vida, que entre por la puerta el amor y hoy también ese viento, portador de pensamientos que nos hagan creer que esto es de todos y ahora, más que nunca, nuestro.

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