¿Y tú, cumples todo lo que prometes?

Una persona, ejerciendo su derecho al voto.

Mentir incluye el ánimo de no decir la verdad o el de decir solo una parte de la verdad a quien nos escucha y confía en nosotros. A veces prometemos cosas que sabemos que no vamos a poder cumplir, esto sería mentir, pero otras veces prometemos cosas que sabemos que son difíciles de cumplir y con nuestra promesa ofrecemos nuestro esfuerzo para superar esas dificultades y poder llegar a cumplir lo prometido. Un ejemplo podría ser la promesa de amor eterno, el matrimonio. El matrimonio es algo que también se conoce como contrato imposible, dado que no hay seguridad completa, sino más bien improbable, de que todos los elementos de ese contrato sean cumplidos; en especial el elemento central. Por eso existe el divorcio, para restablecer la realidad posible.

Otro ejemplo sería que alguien prometiera comprar una casa por dos millones de euros con un salario de albañil y sin más esperanzas de obtener ingresos que el gordo de la Lotería de Navidad. Este sería un contrato imposible, sería una promesa imposible, y las dos partes del contrato lo sabían desde el principio. Por tanto, las clausulas penalizadoras de ese contrato no deberían poder ejecutarse y debería quedar anulado. No debería ser posible que la parte contratante fuerte impusiera un castigo que dejara sin su actual casa, por ejemplo, a quien no le tocara la lotería para comprarse una nueva. Este último sería el planteamiento del neoliberalismo con las hipotecas.

Normalmente, deberíamos poder diferenciar entre prometer sin intención de cumplir las promesas o aceptar promesas que son, en realidad, la expresión del esfuerzo para conseguir que sean cumplidas. Esta diferenciación exige un gran nivel de formación para poder comprender la diferencia entre información y propaganda.

Cuando una candidata promete la libertad, por ejemplo, al mismo tiempo que afirma que tenemos la sociedad más libre posible es porque nos oculta algo, y ocultar es mentir. Cuando varios candidatos prometen mayor protección social y mejores condiciones económicas, al mismo tiempo que han votado a favor de una Ley con la que ha aumentado el Salario Mínimo Interprofesional, no podemos igualar a estos candidatos con los candidatos que han votado en contra de subir los salarios de las clases trabajadoras. Sobre todo cuando hemos comprobado que la subida de los salarios de los trabajadores no ha puesto al país en crisis

Sabemos que el mercado es la lotería, con la diferencia de que podemos decidir no comprar lotería, lo más sano, pero no podemos decidir salir del mercado. Y en el mercado unos ganan el gordo y muchísmos otros pierden todos los días. Para que unos ganen otros tienen que perder. Si no hay recaudación no hay gordo, pero muy pocas personas pueden recibir el gordo que financian todas las demás. Prometer la suerte no es posible, es prometer algo imposible a sabiendas: es mentir.

Ir a votar es un acto muy complejo en el que se cruzan la emoción y la esperanza; la razón suele estar menos y desigualmente representada. Las capas sociales con mayor formación suelen usar más la razón porque pueden: saben, por ejemplo, que las bajadas de impuestos les beneficiarán, porque además de tener mayor formación tienen mejores trabajos y mayores salarios o fortunas. Muchas de estas personas votan a favor de sus propios privilegios y miran para otro lado respecto a los problemas de pobreza cada vez más generalizada o de desdemocratización, por ejemplo. Llegado el momento tendrán dinero para enviar a abortar a sus mujeres a donde sea. Votan a candidatos que prometen la libertad pero son los que la van eliminando con la eliminación de derechos básicos: el derecho a una jornada de ocho horas, el derecho a un salario mínimo o el derecho, también constitucional, a una vivienda digna.

El problema de una sociedad democrática no es tanto que se vote o no, siendo importante. Brasil tiene voto obligatorio para todos los ciudadanos y ganó Jair Bolsonaro en las últimas elecciones. El desafío de las democracias es el sistema electoral y la formación educativa, la escuela pública como único y verdadero instrumento para garantizar la igualdad social. Pero hasta que el sistema educativo en España se acerque mínimamente al de los países con mayor desarrollo humano hace falta trabajar también para que las personas de los barrios obreros y más pobres tomen parte en la sociedad, a través del voto, que los conduce a esa pobreza. Tomen parte y puedan distinguir entre quienes los engañan y los que prometen que intentarán conseguir una sociedad donde cada individuo tenga garantizado el derecho a los medios necesarios para tener una casa y alimentos suficientes, la única verdaderamente justa.

Las sociedades democráticas se distinguen de las demás por la cantidad de derechos individuales que garantizan la seguridad y la libertad para que todas las personas puedan ser como son. La igualdad, el respeto y la libertad de todøs no es comunismo, es el artículo 14 de la Constitución Española de 1978.