¡Olé campeonas! (y tú, lárgate ya)

No me gusta el fútbol, pero sí las mujeres que se atreven a vivir la vida dedicándose a lo que las apasiona y que retan los límites sociales

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Escritora y analista social.

La selección femenina, campeona del mundo, jugará en Cádiz y Sevilla.
La selección femenina, campeona del mundo, jugará en Cádiz y Sevilla.

Mi padre era un amante de los deportes en general, tanto de competiciones masculinas como femeninas. Cuando veía en la tele cualquier deporte no hacía distingos, era la profesionalidad, la calidad, el arte de las deportistas y los deportistas lo que lo apasionaba.  

Su deporte preferido era el fútbol, había jugado de niño en la plazoleta, de joven en algún equipo, se apuntaba a cualquier partido de aficionados, de compañeros de trabajo, de amigos. Le encantaban las buenas jugadas, el estilo, la rapidez, la habilidad. Detestaba el mercantilismo y los intereses creados del fútbol, porque sentía que lo desvirtuaban como deporte.  

De seguro hubiera seguido el mundial femenino y se hubiese emocionado con la posibilidad de victoria de nuestro equipo. Habría seguido la final al segundo y el gol de Olga Carmona le habría parecido un golazo. Minuto a minuto habría seguido todas las jugadas, porque para él el fútbol seguía siendo un deporte de equipo. Ciertamente, lo habría disfrutado tanto como un mundial masculino. 

Pero su alegría se habría derrumbado al ver cómo el presidente de la RFEF felicitó a la capitana del equipo, no hubiera dado crédito a lo que estaba viendo, se habría avergonzado de semejante abuso. ¿Por haber nacido en 1925 y haberse criado en la religión católica? ¿Por ser una persona de ideas conservadoras? Creo que no. Se hubiera sentido sumamente molesto y le habría parecido algo muy indigno esa forma de felicitar una victoria, porque lo habría sentido como una falta de respeto tremenda hacia la capitana. Quizá se hubiese preguntado por qué no le daba un gran apretón de manos con una sonrisa y palabras exultantes de júbilo por tan magnífica victoria.  

Él no tenía la perspectiva de género actual, sencillamente habría sentido un profundo desagrado e indignación por que la capitana del equipo, representante de todas sus compañeras, sufriera esa falta de respeto y de consideración. ¿Se hubiese preguntado por qué no la trataba como a un capitán de equipo que gana un mundial? Es probable.  

Porque para él, como para muchas personas normales y corrientes, una expresión de afecto como un beso en los labios pertenece al mundo de los afectos particulares no de la competición deportiva, como tampoco pertenece al mundo de las relaciones laborales o de otra índole que no sea la de nuestro territorio afectivo, del que participan quienes queremos y que nos desagrada que invadan. Participan quienes consentimos, y no porque ahora sea palabra más escuchada, sino porque desde pequeñitos, a través de nuestro cuerpo y nuestros afectos, construimos y delimitamos un territorio propio del que nadie tiene derecho a participar sin nuestro permiso. 

No me he molestado en leer qué excusas, disculpas, explicaciones ha dado ese hombre: habrán sido las que les hayan recomendado para lavar su imagen, palabras huecas y vanas. Me sobran porque tengo clara una cosa, ningún hombre por muy expresivo y espontáneo que sea, en su cargo, lugar y momento, besa los labios de una mujer si no está habituado al ejercicio del poder indiferente y carente de empatía, y al abuso del mismo. Lo que ha revelado con su comportamiento es que más presidente de la RFEF se siente propietario de los equipos y de sus éxitos y, por lo que se ve, de sus cuerpos también. 

No me gusta el fútbol, pero sí las mujeres que se atreven a vivir la vida dedicándose a lo que las apasiona, que retan los límites sociales y, en este caso, de un deporte tan “masculino” que hasta prohíbe salir de la taquilla a sus jugadores homosexuales. ¡Felicidades, Campeonas, por vuestro triunfo deportivo y por poner empeño y valor en lo que os gusta y apasiona! Gracias, porque esto nos da ánimo a todas.

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