Me dijo Llegas tarde cuando no habían pasado ni cinco minutos. 8.03 en el reloj del Ibiza. Me lo tengo bien ganado. Es lo que tiene tenerte acostumbrada a mi prisa pensé como respuesta y con mis manos apestando a diésel barato. Bohh, mejor me callo. No tiene consuelo aquel que vive alquilado en el triste barrio de la Alegría.
Serán cinco horas hasta Lisboa le dije para romper su hielo pero se hizo la dormida. Y yo toda la noche sin dormir porque iba a acabar cumpliendo y cumpliéndole el mayor de nuestros sueños que era marcharnos de Jerez, que ayer era lo mismo que huir, aunque fuera hasta el anochecer para ser lo que queríamos ser sobre unas calles que no sabían todavía de nosotros.
Quando me sinto só arrancó a cantar Mariza en la frontera de Elvas. Qué lejos ese primer viaje a Faro unos meses antes. Qué lejos quedan siempre los primeros viajes. Recuerdo que no se cansó de acariciarme la sien durante mi primer vuelo a ras de tierra. Uno, dos, tres.., y pasados unos segundos siempre le llega el turno a otro. Todo nos iría más despacio subidos en globos llenos de aliento contenido.
Que llegue pronto el mar o acabaré ahogado. Ella seguía durmiendo o haciéndose la dormida. Recuerdo sus manos de pianista y sus pantalones heridos de vida. Hoy llevará sandalias porque siempre las llevaba como yo calzo zapatos, desde muy pequeño, para salir corriendo.
La carretera en Portugal se estrecha con la amapola en mayo y la jara durante el resto del año. Aquella mañana lo hacían la chicharra y la duda.
Lisboa se ahorraron mis pulmones decir. Lisboa gritó ella como recién parida, regalándome sus ojos verdes, cuando la contempló delante con sus siete colinas y sus tantos pecados capitales.
Te quiero soltó a decirme a las 13.33. Lo que resultaban ser cinco horas después para el reloj del Arenal y cuatro para las agujas de la Torre de Belem.
Te quiero respondió el otro.
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