facebook.jpeg
facebook.jpeg

En estos días del atentado, respiré hondo y en el primer día borré de mi muro a más de 60 amigos. De una tacada. Y no quiero que se enfaden. Sencillamente es que no quiero leer las cosas que ponen.

La red social más usada en el mundo es sin duda alguna Facebook. La clave está en su sencillez y luego en lo que la gente entendida llama la democratización, es decir, que todo el mundo puede acceder a ella sin ningún tipo de cortapisas. Se entiende desde el primer momento que la utilizas. Es muy cómoda. Lejos de las complicaciones de Twitter —eso de tener que resumir en 140 caracteres un pensamiento es mucho trabajo para algunos— o de la especialidad de Linkedin, que sólo es para profesionales. Ya. Instagram es muy cómoda también. Sólo poner fotos. Pero recuerde. Instagram es Facebook. Al igual que Whatsapp. También muy fácil. Lo van pillando ¿no? Mark Zuckerberg también lo pilló antes que nadie.

Pero por lo fácil nosotros cometemos graves errores. Porque Facebook también tiene funciones algo más complicadas que por pereza no utilizamos. El primero, yo. Una de ellas es la de agrupar a nuestros amigos (para lo que ha quedado la palabra amigo, ¿eh?) por grupos e ir publicando cosas particulares para cada uno de ellos. Pero no lo hacemos. Y entonces pasa lo que pasa. Lo hemos podido ver con los atentados en Cataluña.

El primer error mío ha sido tener entre mis amistades a todo el mundo mezclado. Amigos de verdad, familiares, compañeros de trabajo, oyentes de la radio, aficionados a la astronomía, aficionados al reiki, estudiantes de inglés... Bueno, a toda la gente con la que me relaciono. ¿Ustedes serían capaces de hacer en casa —si tuvieran sitio— una comida e invitarlos a todos juntos? La que se podía formar por ejemplo, cuando tu cuñado de derechas se encuentra con tu amigo de Podemos; o cuando tu cuñada catolícisima ella se encuentra con tu vecina Testiga de Jehová; o cuando tu erudito cuñado catedrático de Historia se encuentra con tu primo que no sabe escribir sin poner una hache en su sitio. O más fácil: cuando la mitad son del Madrid y la otra mitad del Barcelona, y tú, como yo, sin entender ni jota de fútbol. Y se forma y se lía.

Ese es el primer error que cometemos. Pero el otro es aceptar la amistad de gente que no conocemos. Así es cuando de pronto te encuentras en tu muro de noticias cosas que no quieres ver, que a otros les gusta, pero a ti no. Y ves mensajes homófobos, machistas, a favor de las corridas de toros, xenófobos, racistas, etc... Es cuando te preguntas ¿Pero a qué gente tengo yo aquí?

Porque encima lo peor no son estas gentes que hablan. Por lo menos son sinceros y se expresan. Pero ¿Y esa legión de gente que tienes ahí callada, mirando lo que haces y que no te dan ni un mísero me gusta que no es que sirva para decir que le gusta, sino para darte a entender que te ha leído?

En estos días del atentado, respiré hondo y en el primer día borré de mi muro a más de 60 amigos. De una tacada. Y no quiero que se enfaden. Sencillamente es que no quiero leer las cosas que ponen. No estoy obligado. Distinto es si me meto en un grupo de política y leo cosas que no me gusta. Bien, ahí he entrado yo porque he querido. ¿Pero en mi muro que es como mi casa? No.

Hay muchas maneras para seguir a una persona sin tener que estar en su exclusivo muro de Facebook. Es seguir tus publicaciones públicas, si las pones o seguir tu página de Facebook, si pasas por caja claro, porque si no, no te ve ni Dios.

Te pregunto yo a ti que me lees. ¿Te has parado a pensar a quién tienes metido en tu muro —tu casa— y que tiene acceso a las fotos de tus hijos, tus fotos de boda y todas las cosas que compartes en Facebook?

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído