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¿Hay una manera más eficaz de esconder algo importante (una flor, un secreto, una verdad incómoda), que exponerlo descaradamente a la vista de todos, disimulado bajo un envoltorio reluciente? (seguir leyendo)

¿Hay una manera más eficaz de esconder algo importante (una flor, un secreto, una verdad incómoda), que exponerlo descaradamente a la vista de todos, disimulado bajo un envoltorio reluciente?

El colorido atrayente de las buganvillas no proviene de sus flores, contrariamente a lo que se suele creer, sino de unas hojas (llamadas brácteas) que estas plantas han modificado con el fin de esconder y a la vez señalizar sus flores. Las verdaderas flores son discretas y diminutas. Éstas se desarrollan de tres en tres, semiocultas bajo el manto protector coloreado de las brácteas. Siempre me ha intrigado mucho esta estrategia aparentemente contradictoria de las buganvillas: mostrar sus flores ocultándolas.

Las buganvillas se aseguran de este modo que sólo aquellos que “saben ver” encuentren sus flores, mientras despistan a los demás con vistosos envoltorios.

En el ámbito de la comunicación humana pasa lo mismo. En los discursos políticos y en general en el lenguaje mediático, se adereza la información con datos accesorios que distraen la atención del público, de manera que muchas verdades incómodas pasan sin ser advertidas. La honestidad del político o del medio no queda en entredicho, porque la información ha circulado, mostrada y a la vez oculta bajo un envoltorio seductor.

Lo hemos visto estos días con el anuncio de la visita del secretario de Estado de EEUU, John Kerry, para una misión bellamente embalada con el acuerdo sobre Palomares y con el intercambio de regalos singulares.

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