La Zambomba en Jerez alcanza este puente su momento álgido en lo que a afluencia de público se refiere —sobre todo visitantes—. Las plazas más emblemáticas del centro y del casco histórico de la ciudad se convierten en escenarios de celebraciones zambomberas que atraen a un importante número de personas y generan pingües beneficios para los colectivos que las convocan. Ese es el objetivo de las hermandades, principales “ocupantes” de esos espacios de gran atractivo y que, en gran medida, representan los principales símbolos de la identidad urbana de la ciudad.
El Ayuntamiento adjudica los espacios en función de una serie de criterios, pero entre ellos no se incluyen los estéticos, que deberían ser acordes con el entorno. La visión de barras de metal con publicidad de una marca y de tinglados que dejan mucho que desear es la estética habitual —más bien mayoritaria—, pese a que deberían ser los propios colectivos quienes se esmeraran en hacer un montaje acorde con el lugar donde se ubica la fiesta.
Montajes poco cuidados en los lugares más emblemáticos
La mayoría de los “concesionarios”, como se ha dicho, son cofradías de la ciudad, a las que se les supone, por su condición y costumbre, la obligación de armonizar el montaje con el entorno. Pero no es así, y cada año se ven armatostes que no llegan ni siquiera al nivel de chiringuito de playa, sino más bien al de los que se instalan en conciertos multitudinarios y similares.
Más de una treintena de hermandades celebran Zambombas este puente. En su inmensa mayoría, utilizan calles y plazas del centro y casco histórico: Arenal, Doña Blanca, Alameda del Banco, plaza Belén, plaza de las Angustias… En definitiva, los espacios más bellos del “salón de Jerez”. Excepto las pocas que las celebran en los interiores de sus sedes, las demás se instalan en la vía pública, la misma que cada Semana Santa usan para sus salidas procesionales.
Diferente autoexigencia entre la Semana Santa y la Zambomba
Pero cuando llega el Domingo de Ramos, las exigencias por parte del colectivo cofrade llegan hasta el más ínfimo detalle: palcos relucientes, calles limpias y que nada estorbe la estética de lo que sucede —incluidos puestos de venta ambulante situados en lugares de paso de hermandades—, algo lógico, dada la grandeza e importancia que tiene en todos los sentidos esta celebración.
Sin embargo, cuando se trata de la Zambomba, todo vale: barras publicitarias de metal, sillas de plástico, bombonas de butano en la calle… En definitiva, un montaje que tira a cutre y que no concilia con el lugar donde se ha permitido la celebración cuyo fin es obtener un beneficio económico, algo nada baladí.
Esa imagen de Jerez —que es cosa de todos— en este tiempo debe cuidarse por el interés de la marca Jerez, que lleva de forma inherente la excelencia en todos los eventos, algo extremadamente valioso ahora y también en la Semana Santa.
