Cerro de la Quebrada de Humahuaca, donde se celebra un tradicional Carnaval.
Cerro de la Quebrada de Humahuaca, donde se celebra un tradicional Carnaval.

De nuevo en Europa. De nuevo porque no hay regreso posible para mí. Me pasa lo que a mi amiga Nicole, que me dejo romper el alma y bien está, que el alma lo tenemos para que se nos rompa, se descosan las entretelas y nos rehagamos el alma de nuevo. No me atrevo a decir lo mismo del corazón ahora que el Pela, buen músico y buen amor de mi amiga Suzanne, duerme en una cama de hospital por un infarto.

El turisteo, me imagino, es el camino sin ripio para que ni los zapatos se gasten ni las almas se fisuren, menos se rompan, para que los turistas vuelvan, regresen, enteros y verdaderos al lugar del que salieron. Y sí, también Heráclito pensó para elløs aquello de que nadie cruza el mismo río dos veces, solo que los turistas, turistas de la vida diaria o vacacionistas de ocasión, consiguen ignorar las posibles nuevas experiencias que se les presentarían ante sus almas burocratizándolas mediante expresiones como exótico, pintoresco, etc., forma de incorporar las nuevas experiencias como jarrones ornamentales a su cotidiano política y estéticamente correcto.

Aunque algunos crean que aquella mamarrachada de que Europa sería un Jardín de las Delicias y fuera de Europa estaría la jungla invivible siga vigente, nada de ello se puede seguir afirmando. La cuarta foto que hice de camino a mi casa, desde la estación de ferrocarril, retrataba la pobreza de la misma persona que vive en las calles de Montevideo o Buenos Aires. La prensa alemana habla de personas cada vez más jóvenes y que viven en las calles. Spain no es diferente. Acabemos con la burocratización de la pobreza escondiéndola detrás de no sé qué situación de calle. Vivir en las calles es vivir en las calles y la sociedad no va a ser menos responsable de ello aunque use metáforas y otros tropos literarios como lavadoras de conciencias.

Estar de nuevo en Europa es fascinante, en todo caso. Mi biorritmo va con cinco horas de retraso y no estoy pensando en el jet lag sino en que recuerdo lo que mis amigos de América estarán haciendo; en lo que yo mismo estaría haciendo. Es fascinante y maravilloso encontrarme con amigos queridos que se anuncian alegres por verme de nuevo, de mi alumnos, de mis colegas. Al mismo tiempo no falta la constatación de la existencia del viejo mundo rancio, la vieja Europa, que hace tiempo desaprendió lo de preguntar a la manera de Sócrates. Es entonces cuando otra amiga responde por mí cuando alguien me pregunta dónde estuve tanto tiempo, si estuve en mi patria chica: “la patria chica de Pablo es esta ciudad, después de más de veinte años”. Y es que el concepto de patria chica móvil existe también para quien es consciente de que existe. Hay quien piensa que es una simple cuestión de costumbre, la de preguntar así, y sí, es una costumbre preguntar con una respuesta escondida y excluyente.

No queremos darnos cuenta que las patrias chicas o grandes son causa de enormes males de toda clase, que la identidad, sobre la que necesariamente volveré a escribir, es más un problema que una vía hacia ningún lugar. Que la identidad es demasiadas veces una cuestión de costumbres y excluyente; que hay otras formas de organizar la vida humana en grupos libres de exclusión. Es hermoso sentir la inclusión, que cuenten con vos, que te conviertan en uno más a través de palabras que construyen vínculos de reconocimiento, respeto y amor. Me pasó allá y me pasa acá: sé que soy un ser afortunado por ello. Sé que hay una guerra, muchas guerras, con las que muchas personas sufren este problema precisamente.

La primavera de acá es más fría y oscura que el otoño de allá. Y no, no es una queja, es una descripción. No puede ser que el ser humano se deje vencer por los accidentes meteorológicos sin ofrecer, siquiera, la alegría íntima propia. La Quebrada ha quedado grabada en mi alma y es un lugar desértico. ¿No parece absurdo romantizar un determinado paisaje como el único estéticamente correcto? ¿Nos vinculamos solo con el territorio?, ¿y las personas? ¿Y la belleza inesperada de lugares que en principio quedan fuera del canon de la belleza correcta? ¿Y las posibilidades de vida que se ofrecen en determinados territorios y en otros no? Pensemos en todos esos pueblos de la España vaciada repoblados por personas que buscan un modo de vida más sencillo y más apegado a los vínculos.

Pensemos en que toda refundación exige un uso distinto del lenguaje. Si de veras deseamos vivir de otra manera debemos hablar de otra manera, que es nombrar las cosas y a las personas y a los animales de una manera distinta; preguntar de un modo diferente. Preguntar.

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