Susana Díaz dentro del autobús electoral donde hizo declaraciones a los medios.
Susana Díaz dentro del autobús electoral donde hizo declaraciones a los medios.

En época de posverdad, decir la verdad es revolucionario. Es justo la posverdad lo que ha triunfado en el relato sobre la protesta de un colectivo de taxistas a las puertas de un mitin de Susana Díaz en el municipio sevillano de San Juan de Aznalfarache. El argumentario susanista corrió como la pólvora entre los medios afines, que se llevan más dinero público en propaganda institucional que dinero se gasta la señora presidenta de Andalucía en prestaciones no contributivas.

Lo que primero fue sólo una maceta rota, luego se convirtió en un vivero de tiestos encima de la cabeza de Susana Díaz. Lo que primero fueron 40 taxistas, según teletipos y estos ojos que estaban allí, luego se convirtieron en un centenar.

Lo que primero fue una manifestación de gritos, silbatos y bloqueo de la puerta, luego más tarde se convirtió en un ataque terrorista con “violencia verbal y física” y peligrosos encapuchados. El lema de campaña del PSOE andaluz, ‘Más Andalucía’, lo han trasladado al conflicto con el sector del taxi: más macetas, más taxistas, más violencia, más terrorismo, más encapuchados…

Quienes estuvimos en la puerta pudimos comprobar que no pasó nada que no pase en otras manifestaciones, ¿o es que acaso la señora presidenta piensa que un colectivo al que quiere empobrecer y arruinar le va a poner una alfombra de pétalos de rosas rojas como si fuera la Esperanza de Triana? En el mismo debate electoral de Canal Sur se manifestaron los taxistas delante del plató y no pasó nada.

Los taxistas hicieron lo que hacen todos los colectivos que luchan por sus derechos con algo de inteligencia y audacia política. Boicotear un mitin, escrachar un acto público, es una medida pacífica, constitucional y éticamente inapelable que, lejos de ir en contra de la democracia, ensancha las libertades porque está enfocado a la defensa de los derechos de todos y todas. La defensa del pan de tus hijos sea quizás el primero de todos los derechos.

Decía el argumentario oficial del susanismo que en el mitin, dentro de una sala donde nunca accedieron los taxistas, había niños y ancianos. Les faltó decir que también había mujeres para completar el análisis rancio, más propio de ABC que de gente que se hace llamar socialista y progresista. Hubo tanta violencia que ni siquiera intervino la Policía Nacional, que estaba allí custodiando el acto. ¿Acaso se piensa alguien que los agentes no iban a actuar si hubiera habido “violencia física y verbal”, como repiten los argumentarios susanistas y los medios de comunicación a los que tienen paniaguados?

¿Es que acaso los niños de los taxistas no tienen derecho a que sus padres se ganen honradamente el pan que les quitan multinacionales, con sede en paraísos fiscales, a las que la señora Susana Díaz y el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, les están abriendo las puertas de par en par?

Hace 15 o 20 años, un líder del PSOE se hubiera bajado del autobús electoral y hubiera tenido un diálogo con los taxistas en la calle. Les hubiera dado una respuesta tranquilizadora, apelando al sosiego y a la defensa de sus intereses, que son al final los intereses de la gente sencilla que se enfrentan a un mismo dragón: la economía especulativa sin regular en formato de aplicación de móvil que se quiere cargar los sectores productivos. Sin embargo, a Susana Díaz le da susto acercarse a 40 taxistas porque no tiene una respuesta convincente. Prefiere apelar al victimismo y llenar los argumentarios de mentiras que enfrentarse a ella misma y a su renuncia a los valores tradicionales de la socialdemocracia.

Las kellys, los trabajadores de Amazon, de Glovo, de Deliveroo, los inquilinos que se quejan de la subida de los alquileres, las auxiliares de ayuda a domicilio que cobran 4 euros por hora –mientras la Junta le paga 13 euros a la multinacional Florentino Pérez- o las teleoperadoras son víctimas de un mismo modelo depredador del capitalismo que, en lugar de producir bienes o servicios, se dedica a acumular riqueza desposeyendo a la gente sencilla de sus recursos.

Es la lucha de la economía que produce bienes y servicios, que crea empleo y recursos económicos para pagar los derechos y servicios públicos del Estado del Bienestar, contra el modelo especulativo que tiene en la explotación laboral, en la desregulación, en el vaciamiento de las haciendas públicas y en la ruptura de los pactos de convivencia su materia prima. Es la defensa de una empresa de 100 trabajadores de Lucena (Córdoba) que fabrica muebles y empleo de calidad o la defensa de una multinacional como IKEA que tiene a empleados trabajando a 450 euros con jornadas de 20 horas semanales.

Es la economía especulativa de los ricos que no trabajan o la defensa del modelo productivo de los empresarios que quieren producir desarrollo y empleo. Es la defensa de trabajadores con salarios dignos o la defensa de la esclavitud con gente que después de salir de trabajar tienen que ir a por una cesta de alimentos a Cáritas. Es la defensa del Estado de Derecho o abrirle la puerta a la jungla de la desregulación para que triunfen los piratas como Uber o Cabify.

No son los taxistas, es qué le ha pasado al PSOE andaluz para que se sienta amenazado por un colectivo como el del sector del taxi, que hace años votaba en masa al partido del puño y la rosa. ¿Qué le ha pasado al corazón de un partido que se hace llamar socialista y que se siente amenazado por una protesta de índole laboral que defiende los sectores productivos andaluces frente a un modelo de rapiña que incumple la legislación y se lleva las ganancias a paraísos fiscales en la segunda región más desigual del segundo país más desigual de la OCDE?

El miedo de Susana Díaz a bajarse del autobús de campaña, donde estaba acompañada de todo su séquito que vive de los tributos que paga religiosamente la gente trabajadora como los taxistas, es el símbolo del fracaso del PSOE andaluz, de la ausencia total de proyecto para defender a las clases trabajadoras y a los pequeños y medianos empresarios y la constatación de la derechización de un partido que nació precisamente para defender a la gente sencilla de la avaricia de quienes lo quieren todo a costa de la dignidad, la salud y la humillación de los hombres y mujeres que sólo tienen sus manos para darle de comer a sus hijos.

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