No necesitamos ídolos, necesitamos referentes

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Ilustración de Maradona, en una imagen de Pixabay.
Ilustración de Maradona, en una imagen de Pixabay.

Como sociedad hay cuestiones, acontecimientos, tradiciones, e incluso delitos con los que somos más permisivos e indulgentes. En estos casos tendemos a minimizar su importancia y a buscar justificaciones. Y lo hacemos porque en cierta manera participamos de sus causas, las entendemos e identificamos con ellas. Es curioso porque incluso entre los más brillantes y avanzados pensadores sucede.

Este fenómeno se visualiza con claridad e intensidad en lo referente a la igualdad en entre mujer y hombre, donde todo son disculpas y derivaciones de responsabilidad. Es como si un tupido velo tapase esos comportamientos perversos y dejasen de existir. Como si se tratara no ya de un delito menor, sino de una falta sin importancia, producto de la condición del hombre, y casi siempre provocada por la malicia propia de la mujer.

Esto que puede parecer irrelevante en algunos asuntos adquiere mucha gravedad si de lo que hablamos es de malos tratos, violencias y asesinatos. Pero aún así los hombres y la sociedad masculina que hemos construido y nos protege, seguimos justificando y tirando de excusas. Y ese el gran drama que padecen las mujeres, tener que convivir con personas incapaces de reconocer sus defectos y su responsabilidad, porque, y aunque es verdad que la mayoría de los hombres no participamos de esa violencia manifiesta, si amparamos su cultura, que es el manto bajo el que todo diluye.

Lo hacemos también cuando decimos que la violencia es innata al ser humano, y ocultamos que la mayor parte de los homicidios en el mundo son cometidos por hombres, y que la inmensa mayoría de los actos violentos también, quizás debiéramos matizar la afirmación, y sustituirla por la de “la violencia es innata al hombre”. Pero si a la masculinidad que todo lo normaliza, más si se trata de delitos cometidos por hombres sobre las mujeres, le añadimos el futbol, entonces el coctel es explosivo, la sinrazón nubla los pensamientos, y elucubramos las más recónditas e insostenibles teorías, para solapar nuestro machismo, los hombres. La masculinidad hegemónica ya sabemos cómo es, y cuales sus características, y el futbol el deporte donde mejor se expresa, visualiza y desarrolla aquella “. La frase “el futbol es cosa de hombres”, es definitoria.

Eso está sucediendo con la muerte de Maradona, de quién nadie puede negar que fue un excelente jugador, quizás el mejor de la historia, y que su fútbol hizo feliz a millones de personas en el mundo, mayormente a las clases humildes, y curiosa y casi en exclusiva a los hombres. Pero el futbolista hace años que murió, y en su lugar hemos soportado durante la mayor parte de su vida a un hombre ególatra, arrogante, maleducado y machista, y su vida lejos de identificarse con el compromiso con las clases populares que lo idolatran, y la ejemplaridad, fue lo contrario, un claro ejemplo del hombre que nunca debiéramos de ser.

Sin embargo, nada importa, si lo comparamos con las maravillas de su fútbol, y por eso hoy se multiplican los halagos y alabanzas, hacía un hombre que con su comportamiento en ningún momento se hizo valedor de un reconocimiento público de tal naturaleza. Es evidente que el patriarcado y su masculinidad preferida y hegemónica todo lo tapan y suavizan para que su modelo de hombre por excelencia siempre salga victorioso, y poco importan las víctimas.

Lo inconcebible e imperdonable es la irresponsabilidad y el error de alabar y encumbrar ídolos, que no merecen ser referentes ni modelos a seguir, y el perjuicio que a las nuevas generaciones y a la igualdad hacemos. Mi apreciado amigo Joaquín me ha recordado en esta mañana, fría, gris y lluviosa, saboreando un café, que el gran dibujante argentino Quino, creador de la entrañable e inolvidable Mafalda, con quien tanto hemos aprendido y disfrutado, murió hace poco y sin embargo para él nunca se abrió la Casa Rosada.

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