Una mujer emocionada, durante una pasada concentración feminista.
Una mujer emocionada, durante una pasada concentración feminista. MANU GARCÍA

Nos escandalizamos y ponemos el grito en el cielo cuando vemos comportamientos que pensábamos superados, como los protagonizados esta semana por un grupo importante de jóvenes de un colegio mayor de Madrid. Sin embargo, como sociedad hacemos poco, y como hombres nada, para evitar que esto suceda.

Me dirijo ahora a los hombres, y pienso en nuestra forma de pensar, en lo que hacemos y decimos, y, sobre todo en lo que no decimos, y no hacemos. 

En general los hombres pensamos que la igualdad es algo que no va con nosotros, y que la violencia de género es un problema de individuos aislados, por eso la mayoría actuamos con tanta indiferencia, y creemos que no nos corresponde hacer ni decir nada. Sin embargo, con esta egoísta forma de actuar estamos fomentando que todo esto suceda.

El feminismo no quiere destruir a los hombres. Eso es una de las mentiras que a los hombres nos interesa creer. El feminismo lo que persigue es que ninguna mujer sea discriminada por ser mujer. Algo que parece no encajar en nuestras mentes masculinas.

Al hilo de los gritos de la jauría, la manada, los machistas e impresentables alumnos del colegio de Madrid, saldrán voces de hombres que digan que son una minoría, que los hombres no somos así, y que no se nos puede hacer responsables a todos los hombres.

Y es cierto, pero con matices, una cuestión distinta es si pensamos o no de esa forma, pues ahí el porcentaje de los que nos salvamos disminuye, porque, aunque no seamos los autores directos de esos comportamientos, sí somos participes de ellos, y me explico.

Igual que no es justo afirmar que todos los hombres somos violadores, asesinos de mujeres, o machistas irrecuperables, sí que es verdad que, con nuestra pasividad, silencio, distanciamiento de todo lo que tenga que ver con la igualdad, y falta de valentía o de honradez, que cada uno elija la que mejor se adapte a su posicionamiento, somos cómplices al no rebelarnos ante un modelo de hombre que propicia y genera estas desigualdades y violencias.

Esa es nuestra culpabilidad, y hasta que no reconozcamos esa realidad, denunciemos las injusticias, y trabajemos por cambiar, seguiremos siendo cooperadores de estas y todas las violencias e injusticias que se cometen con las mujeres solo por ser mujer. Nos guste o no.

El corporativismo de género, la falsa hermandad masculina, la camaradería, la tradición, o cualquier otra sin-razón, hasta incluso la comprensión de las chicas agredidas, ya lo dijeron ilustres feministas al referirse al peligro de las mujeres patriarcales, no puede ser justificación a esta demostración de machismo, violencia, y vulneración de derechos humanos. Estamos ante un delito de odio que induce a la violencia, y fomenta una cultura donde la mujer no es más que un objeto. Si mañana alguno de estos chicos abusara sexualmente de una chica, no deberíamos sorprendernos.

Mal nos dejan estos comportamientos a todos los hombres, y poco dice de nosotros como género, si ante estas atrocidades seguimos callados sin hacer ni decir nada, como hasta ahora, como siempre, mirando a otro lado, normalizándolos, permitiendo que sean los cavernícolas representantes del machismo y de la ultraderecha los que monopolicen nuestra palabra.

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