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El cine lleva cien años creando una conciencia universal sobre el bien y el mal, sobre lo normal y lo anormal, sobre lo bonito y lo feo, y por qué no decirlo, volviéndonos un poquito gilipollas. 

La globalización es el principal motor de la cultura de nuestra era. Al contrario de lo que podamos pensar, Internet no es el máximo conductor de la normalización de ciertas costumbres. El cine lleva cien años creando una conciencia universal sobre el bien y el mal, sobre lo normal y lo anormal, sobre lo bonito y lo feo, y por qué no decirlo, volviéndonos un poquito gilipollas. El cine nos ha cambiado, es culpable, en parte, de la pérdida de identidad de los pueblos, y aunque su influencia no es tan poderosa, hay muchas cosas de nuestro día a día que damos por hechas simplemente por verlas en una película.

Empezando por la consideración que se da en el cine a “lo correcto”. Un niño de doce años ya sabe qué es lo que se puede hacer y lo que no porque lo ha visto decenas de veces en la pantalla. Luego la vida te enseña que lo correcto lo es, o no, según las circunstancias. A continuación os detallaré situaciones mucho más superficiales para no daros la vara con la ética, aunque al fin y al cabo tienen que ver con sentimientos profundos.

Todo el mundo sabe que si alguien te quiere mucho, te lleva el desayuno a la cama. En Estados Unidos estará muy bien, pero en mi pueblo, si me traes un bollo de pan “cucurruíto” con mantequilla, lo primero que hago es levantarme para no llenarlo todo de migas. En España se desayuna en la cama del hospital y ya.

Si te quieren mucho, también van debajo de tu ventana a hacer el tonto. Es cierto que aquí se llevaban a La Tuna, y bueno, quizás hemos ganado con el cambio.

En el amor no hay nada más significativo que decir “te quiero”. No son pocos los gags en los que dos adultos perfectamente independientes empiezan a salir y, de repente, uno de ellos dice “te quiero”, se produce un sonido de asombro entre el público enlatado. Él o ella responde con un “gracias” o con evasivas. Sí señor, todo un estigma social el declarar tu amor. Ésto también lo estamos adoptando, cuando los españoles, como buenos latinos, ya se están queriendo u odiando desde el minuto uno.

Saliendo del terreno del amor, hay cosas que hemos asumido como cómodas, como el hecho de darse un baño con velas y champán. Piénsalo bien, posiblemente puedas hacerlo todos los días. Si no lo haces es porque no te gusta el champán, el agua se pone fría en 20 minutos y las velas te dan mal rollo. Otro icono cinematográfico del descanso y el relax, es la hamaca en el jardín colgada de dos árboles. No sé si lo habéis probado alguna vez, por hacer la tontería está muy bien, pero para dormirse una buena siesta como que no. Además, seguro que acabas en el suelo más veces de lo que quieres.

Las relaciones familiares también se ven influidas por el celuloide. Vaya, tu padre te prometió que iría a verte al partido y se le ha olvidado, es un mal padre. Menudo trauma va a coger el niño... Yo estuve cinco años en un equipo de fútbol y mi padre no sabía ni que era el portero. Aunque no era muy difícil deducirlo ya que los gorditos siempre somos porteros.

Estamos a un paso de llevar un pack de seis cervezas calientes a nuestro amigo triste y sentarnos en el filo del embarcadero con él. Estamos a un paso de perder totalmente nuestra identidad y actuar como si estuviéramos dentro de una comedia de portada blanca. Menos mal que en las películas no sale cómo se cortan las uñas los americanos, si no, lo haríamos igual.

Si te ha gustado el artículo, gracias por leerlo, si no, todo lo que diga puede ser utilizado en mi contra, tengo derecho a guardar silencio y a no declarar si no es delante de un abogado. Y si no, me acojo a la quinta enmienda. O a lo mejor os demando.

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