Si les digo "cuarenta grados a la sombra", es más que probable que para el grueso de ustedes solo represente un instante más de la vida cotidiana, un estado en el que nos hallamos sumergidos desde que esta permanente ola de calor se empezó a sentir. Sin embargo, yo pienso en una película de la España de 1967 que revisito cada verano porque indefectiblemente me hace reír de nostalgia.
Una nostalgia paradójica porque ni conocí esos años ni tampoco esos veraneos. Pero me da buen rollo. Resulta que en "Cuarenta grados a la sombra", tres familias se disponen a iniciar las vacaciones de agosto como muchos capitalinos lo hacían a finales de los sesenta: en la sierra madrileña o en Benidorm. Y las situaciones humorísticas se suceden con la ingenuidad del españolito medio de la época: sin mencionar nunca lo importante pero sin dejar de lado los clichés que funcionaban.
Este verano, una vez más, quienes no van a sufrir mucho las penurias del calor serán los Borbones. Para eso detentan casitas y chocitas modestas a las que no debe faltarles un buen sistema de refrigeración. Y eso que la luz está por las nubes, pero total, como se la pagamos nosotros. Resulta que este año desde Casa Real se anunciaban sorpresas y no han tardado en llegar. Por primera vez, los Reyes abrirán el palacio de verano de Marivent para celebrar el cóctel en el que invitan a la alta sociedad de Mallorca.
Es lo que los periódicos de derechas han denominado sin pudor alguno "recibir a la sociedad civil"; y se han quedado tan anchos. Por primera vez, la cenita no será en La Almudaina, sino en "casa". Con lo que cuesta preparar comida para tanta gente... y más si son pijos. Sí que está cambiando el cuento, sí. También está cambiando porque resulta que la reina comparte ropa de saldo con sus hijas e incluso repite modelito en saraos importantes. Toda una revolución digna de reverencia. Poco importa que con la que está cayendo en el mundo, las hijísimas viajen en jet privado para animar a la selección femenina. Era por una buena causa.
Uno de los momentos estelares de "Cuarenta grados a la sombra" es la mítica escena en una concurrida playa de Benidorm. Gracita Morales y Antonio Ozores utilizan una especie de biombos de tela individuales para quitarse la ropa y quedarse en unos bañadores que ya llevaban puestos debajo. En una secuencia digna de Buster Keaton o de Benny Hill, sin diálogo, solo con sus movimientos hilarantes y lo complicado de la empresa que les ocupa, es imposible no sonreír al ver la estampa. Más allá del pudor que podía suponer quitarse unas prendas en público en 1967, estamos ante dos currantes del humor, y eso se nota.
Pues por más que la escena nos parezca muy anclada en su época, resulta que estos días estamos pudiendo ver noticias sobre artilugios para cambiarse de ropa en estos contextos. "Las mejores esterillas para cambiarse de ropa en la playa o la piscina", "Seleccionamos cuatro cambiadores portátiles diseñados en formato bolsa y con tejidos impermeables". Parece que no hemos cambiado tanto a pesar de todo.
Otra de las novedades borbonas de este verano es que por primera vez, la familia real no acudirá a la misa de Pascua en Palma de Mallorca. Y además pudimos ver cómo Letizia no hacía la señal de la santa cruz cuando tocaba en plena eucaristía. Ay qué malota, pero qué rebelde es ella. Sin duda, todo está cambiando en este país y en sus veraneos. Por desgracia, Landa, López Vázquez y Ozores ya no nos retratan cómo es la España de pandereta en agosto, pero menos mal que tenemos a otros comediantes que les han tomado el relevo en esto de enseñarnos el veraneo de una sencilla familia normal. Y a estos, además, nosotros les pagamos la paella. Disfruten ustedes de la suya, que sí se la han ganado bien. Y sean felices.
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